Craiova no es Bucarest, pero la afición rumana es caliente allá donde se juegue al fútbol. El Milan lo ha comprobado de primera mano.
El partido comenzó con alternativas para ambos equipos. El Craiova, lejos de empezar el encuentro respetando a un grande de Europa como es el Milan, lo hizo faltándole al respeto y tuteándole.
Razones para ello dio desde el primer minuto, pero poco a poco, con el paso del tiempo, el Milan fue haciéndose con el control del encuentro.
Las ocasiones empezaron a sucederse en el área del Craiova, aunque de cuando en cuando a Donnarumma le tocaba ensuciarse el traje, pero fueron las menos.
El Milan comenzó a sentirse cómodo, y a actuar como el equipo grande, el que debe llevar la manija del partido, el que debe dirigir cuándo y cómo se juega, algo que empezó a desesperar al cuadro rumano.
Empezó entonces el juego duro. La falta de talento se suplió con faltas, faltitas, agarrones y demás subterfugios para nivelar los partidos. El árbitro fue cómplice, y se mostró bastante permisivo al respecto.
Parecía, sin embargo, que el descanso llegaría sin movimiento en el marcador, pero una falta inesperada tuvo como resultado un gol aún más inesperado.
La falta la botó Ricardo Rodríguez, nadie la tocó, pese a los intentos de Borini y Zapata, y Calancea, despistado por éstos, fue incapaz de evitar el tanto.
Un mazazo psicológico para el Craiova, que se fue a los vestuarios con la sensación de no haber merecido este castigo.
El tanto pesó en los futbolistas rumanos, y se notó al comienzo de la segunda mitad. El Milan salió enchufado y encerró al Craiova, pero sin acierto de cara a gol. Fue un error no cerrar el partido entonces.
Porque el Craiova tardó en tener una ocasión, pero cuando la tuvo, notó que su rival no era un gigante, sino un equipo cansado, sin apenas rodaje y, sobre todo, vulnerable. Y como lobos comenzaron a acechar a su presa.
Cual manada de lobos, el Craiova empezó a rondar al Milan, a asediar su área, y a buscar un gol que hubiera puesto en evidencia al club italiano. El Milan cerró filas, y ni los cambios le alegraron la noche.
De hecho, los útlimos diez minutos fueron casi de agonía. Se veía al Milan más nervioso que al Craiova ansioso. Empezaba a parecer que el empate a uno no iba a ser un mal resultado a fin de cuentas.
Pero el Milan aguantó, y se hizo con una victoria muy importante de cara a sus aspiraciones europeas. A fin de cuentas, habían pasado tres años y medio desde su último partido internacional. Hubiera sido terrible tirarlo por la borda a las primeras de cambio ante un rival tan inferior.
La vuelta, en una semana en San Siro. Y el Craiova aprenderá, de primera mano, lo que es un infierno, siempre y cuando el Milan sepa movilizar a su masa social, claro.