Cuando el hambre aprieta, la vergüenza afloja. Y el RCD Mallorca venía de perderla toda el pasado fin de semana tras la sonrojante derrota en casa por 2-6 contra el Granada. Javier Aguirre asumió la culpa y apostó por hacer borrón y cuenta nueva.
Algo completamente necesario si tenemos en cuenta que visitaban uno de los campos más difíciles de toda la Primera División: el Ramón Sánchez-Pizjúan. Además, el Sevilla llegaba con los deberes a medio hacer, puesto que la plaza Champions, pese a tenerla cerca, seguía sin estar certificada, algo para lo que necesitaba sumar los tres puntos.
Sea como fuere, el conjunto balear salió valiente y tuvo una buena ocasión en el minuto tres, tras una volea de Antonio Sánchez desde la frontal del área que salió rozando el larguero. Parecía una clara declaración de intenciones, pero no.
Y decimos que no porque a partir de aquí comenzó el monopolio rojiblanco. La diferencia de nivel entre unos y otros se constató a partir de este momento y el resto del partido fue, básicamente, un frontón en el que el Mallorca se dedicaba a mandar lejos de sus dominios las intentonas hispalenses.
La primera clara la evitó Salva Sevilla sobre la línea de gol. El remate de Rafa Mir no entró en la portería por obra y gracia del centrocampista. Minutos después, Muriqi envió a córner mediante una intervención providencial y centro peligrosísimo desde la izquierda.
Sin embargo, los bermellones habían decidido salir contestones y Battaglia, tras una buena conducción de Muriqi y mejor pase, obligó a Bono a mandar el balón a saque de esquina. En el 35' el Sevilla tuvo tres opciones clarísimas para materializar el 1-0, siendo la más clara una de Koundé, pero, de nuevo, la zaga visitante se mostró expeditiva.
El inicio de la segunda mitad fue una auténtica locura. El Mallorca ya asumió definitivamente su condición de actor secundario, así como el bajón físico. De hecho, en los primeros 15' de este período cuesta recordar algún momento en el que los isleños lograran pasar del centro del campo.
Pero este acoso, que no derribo, no se transformaba en ocasiones de gol. Reina, que regresó a la titularidad y tuvo un papel clave, atrapó abajo un chut de Diego Carlos en el 57'.
Los minutos fueron pasando y lo más destacable eran las tarjetas amarillas. Hasta diez sacó Hernández Hernández. Julen Lopetegui metió a jugadores como Martial, Ocampos o En-Nesyri con el objetivo de anotar una diana y certificar su presencia en la próxima Liga de Campeones.
Todo intento resultó en vano. El Sevilla tuvo una clarísima en el 85'. Una jugada embarullada finalizó con un despeje maestro de Raíllo. Posteriormente, ya en el tiempo añadido, Reina salvó el 1-0 haciéndose grande ante Martial, al cual encimó cuando ya había pisado área.
El carrusel de ocasiones sevillistas en los siete minutos (terminaron siendo ocho) de añadido fue extenso. Delaney cazó una volea que salió rozando el larguero. Maffeo, para sorpresa de todo el mundo, tuvo el 0-1 en el 96', pero se durmió en los laureles después de recortar en el área de Bono y le quitaron el balón.
Reina recupera su corona
Esta crónica, para terminar con maestría y redondez, debe mencionar, una vez más, a Manolo Reina. Con la llegada de Sergio Rico, el de Villanueva del Trabuco asumió que quedaba relegado al banquillo.
Como buen profesional, siguió trabajando y le llegó su oportunidad en este encuentro. En la ultimísima envió a saque de esquina con una parada absolutamente espectacular, milagrosa, tras un cabezazo de En-Nesyri que era gol. De verdad, si pueden, véanla repetida.
A la postre, empate a uno que no sella de forma matemática la Champions para el Sevilla y que deja al Mallorca a dos puntos de la permanencia. Toda Palma estará atenta al Real Sociedad-Cádiz de este jueves, en el que se antoja necesaria como el comer una victoria vasca.