Una permanencia contra viento, marea, VAR, lesiones y sí mismos

Ha sido una temporada difícil y complicada, a pesar de contar en la presidencia del club con una figura de relevancia como Ronaldo Nazario al que, sin embargo, se le ha criticado por no haber defendido con más intensidad a su equipo para que dejara de ser la diana de los errores arbitrales y de ese polémico videoarbitraje.

Habló, sí, pero lo hizo hace pocos días. No le quedó más remedio, puesto que lo sucedido en el Wanda Metropolitano, con un penalti clamoroso a favor del cuadro blanquivioleta, y un primer gol del Atlético de Madrid posterior a una flagrante falta sobre Joaquín, fue la gota que colmó el vaso.

Sergio González mantuvo la calma, a pesar de que se levantaron algunas voces contra él, porque creía en su sistema y, sobre todo, tenía una fe ciega en sus jugadores. Además, la afición se convirtió en ese jugador número 12, que terminó de aupar al Real Valladolid para que lograra la ansiada permanencia.

Con el presupuesto más bajo de la máxima categoría del fútbol nacional, Sergio fue adaptándose a las circunstancias, la mayoría, en contra de sus intereses, ya que tuvo que hacer frente a importantes bajas, como la de Hervías, Toni Villa, Anuar, Luismi o Verde.

Ünal, un jugador que estaba pasando con más pena que gloria por el conjunto vallisoletano, acabó convirtiéndose en un protagonista destacado en la consecución de la salvación, gracias también a esa confianza mostrada por el técnico catalán, que optó por hacerle jugar con Guardiola en la delantera, lo que dio alas al turco.

El Real Valladolid tuteó a los grandes, al Real Madrid, al Barcelona, al Atlético de Madrid, aunque sin recompensa. Pero recibió palos en forma de goles en los añadidos, como ante el Leganés o el Getafe, en el minuto 95, que encendían la alarma respecto a la concentración de los jugadores, ya que se apagaba antes de tiempo. Eso, sin olvidar los cinco penaltis fallados.

Pero esos mismos jugadores, o al menos, un importante bloque, se habían ganado el año anterior jugar en Primera y demostraron capacidad de superación, sacrificio y lucha para mantener a su equipo en esa máxima categoría, y por eso, cuando acabó el partido ante el Rayo, se unieron en un gran abrazo e incluso alguno derramó lágrimas de alegría.

Esa presión que llevaba instalada en sus espaldas durante muchas semanas, desaparecía de repente, lo que daba lugar a desatar las emociones, a celebrar esa continuidad en Primera como si se tratara de un ascenso y, de hecho, el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, aseguró que se iba a festejar así.

Este lunes, en el que se celebra San Pedro Regalado, patrón de la ciudad, seguramente esta saldrá a la calle para ovacionar a su Real Valladolid y, si se cumple lo que se ha prometido, habrá fiesta de reconocimiento a un equipo que ha sabido sufrir y que ha logrado el objetivo marcado al inicio de temporada, una jornada antes de que finalice la misma.