A esta España nos la han cambiado. 'La Roja' suele pecar de controlar los partidos y no matarlos. De crear más fútbol de lo que es capaz de meter, primero, en el área y, después, en la portería ajena. Esta selección se ha acostumbrado a merecer más que a tener. Y ante República Checa, fue todo lo contrario.
Que a nadie le engañe el 2-0 final. Unai Simón tuvo que intervenir para que el guion de la primera media hora no tuviese un final lógico. El equipo de Luis Enrique fue muy espeso en ideas y muy blando (esto sí es más habitual) atrás. Solo el portero mejoró en una línea de retaguardia que sigue alejando al combinado nacional de los podios quinielísticos para Catar.
Tuvo España dos grandes noticias en los primeros minutos. La primera fueron un par de llegadas con un Morata muy móvil que puso en apuros a la zaga visitante. La segunda, el gol de una Suiza que, a la postre, le serviría para tumbar a Portugal y para ponerle el liderato a 'la Roja' en bandeja. Y hasta el 24' que llegó el 1-0, todos fueron malos augurios.
Marcos Alonso regaló dos posesiones peligrosas a Chequia con sendos pases horizontales prohibidos desde el Neolítico del fútbol. Eric García e Iñigo Martínez permitieron que Kuchta, como en la ida, encontrase un solar con permiso para construir y a su nombre. Y no edificó el 0-1 en el 20' porque Unai Simón hizo de concejal de Urbanismo (o, al menos, de lo que deberían ser estos) y paró la obra con una intervención salvadora al tiro, algo escorado, de Kuchta. Antes, el del Athletic ya tuvo que sacarle una mano muy meritoria a Cerny tras su disparo raso desde la frontal.
No gustaba, pese a lo animada que estaba La Rosaleda, lo que se veía. El equipo local no solo no creaba peligro, es que ni siquiera tenía la pelota. Y atrás seguía haciendo aguas, con la afortunada diferencia de que Unai estuvo más seguro que en las últimas faenas. Pero en ese momento, cuando peor estaba, llegó el 1-0.
Todo lo contrario a España
Tocar, tocar y tocar, llegar poco y no materializar dejó de ser el lema de la Selección, al menos, esta noche. El manido 'tuvo una y la metió' lo reemplazó. En el 24', el cuadro rojigualdo se adelantó en la primera ocasión peligrosa que tuvo. Carlos Soler demostró su llegada y su buena relación con el gol al definir, de primeras, un buen balón de Asensio tras un pase medido de Koke. El balear anduvo más que acertado en el arranque, pero se diluyó, quizá a menor ritmo que su equipo, con el paso de los minutos.
Sí es cierto que se animó España tras el gol, pero fue un oasis. Asensio siguió con esas buenas sensaciones que había dejado con un par de intervenciones peligrosas. Pidió penalti sin éxito en el 26' y volvió a asistir a Soler en el 28' para que este, con todo a favor, tirase demasiado cruzado en el área.
Pero no hubo más hasta el descanso. Ni tan siquiera el dominio estéril que se le critica a veces a este equipo. Fue todo lo contrario a lo que nos tiene acostumbrado, una versión novedosa que se mantendría en la segunda mitad.
Pronto pudo empatar República Checa tras un error de Carvajal en un balón largo, pero la vaselina del delantero checo se fue por encima del larguero. Eric e Iñigo se resarcieron un poco con buenas apariciones defensivas para frenar a una Chequia que seguía aprovechando la rara España que se estaba encontrando.
Y llegó Gavi, brocha en mano, para maquillar
En el 60', Luis Enrique metió a Gavi y cambiaron las sensaciones de repente. Fue el aire acondicionado que acaba de un plumazo con el calor sofocante. No cambia el tiempo ese mágico cacharro, pero el mismo clima se pasa mucho mejor con él. Exactamente así fue la entrada del jugador del Barcelona.
Iluisonó a La Rosaleda con su verticalidad, su querer llegar, su frescura y su calidad. Combinó con Asensio para que España volviese a llegar al área e incluso tuvo un remate de primeras que atrapó el portero checo. Había pasado ya una hora de partido y tuvo que ser el chico de 17 años el que agitase al equipo y le volviese a recordar dónde estaba la meta rival.
Tuvo que volver a aparecer, sin embargo, Unai Simón para volar y mandar a córner el tiro de Kral desde la frontal. Pero fue un inciso en el festival de ilusiones de Gavi. Se fue de dos en una contra, aguantó la pelota y descargó para arrancar la ovación del público. Como un mago, no necesita hechos para conquistar. Ni goles. Ni asistencias. Con sus maniobras, ya encandila. Culminó su recital de agitación con un disparo tras un gran control desde la frontal en el 70'. En resumen, diez minutos de otro ritmo que agradeció, incluso, algún que otro aficionado checo.
La España de hoy terminó de ser la del revés cuando encontró el 2-0. Si bien Gavi le cambió la cara, las ocasiones claras tampoco habían sufrido un 'baby boom'. Y de hecho, el gol llegó con buena dosis de fortuna. Sarabia apenas llevaba tres minutos en el campo cuando se encontró, en el segundo palo, un balón rebotado tras el tiro de Ferran Torres. A uno le persiguen los fantasmas y a otro, los goles. Y en esa jugada del 2-0 se vio perfectamente reflejado.
Lo último de la noche sería una doble ocasión que ni Ferran, al que se le adelantó el portero en el mano a mano, ni Sarabia, con un tiro que no encontró la escuadra por poco, pudieron materializar. El pitido final en Málaga y en Ginebra dejó a España líder, pero con muchas lagunas que, eso sí, en parte pueden ser explicadas por la altura de temporada en la que estamos.