Hubo dos partidos en Anfield. Uno duró veinte minutos. El segundo, los setenta restantes. Durante el primero, el resultado estuvo abierto, y el ganador podría haber sido casi cualquiera. Durante el otro, todo lo contrario.
Pero la gasolina le duró veinte minutos al Estrella Roja. Lo que tardó el Liverpool en trenzar una buena primera gran jugada de fútbol coral. Y en hacer el primero.
La jugada la culminó Roberto Firmino, pero llevó el sello de casi todos los jugadores de campo. El Estrella Roja acusó el golpe, pero aguantó en pie.
El segundo fue demasiado, y más por la forma en que llegó, al filo del descanso, cuando ya se veía la luz de los vestuarios y la charla táctica para aclarar ideas.
Otra jugada colaborativa y en esta ocasión, gol de Mohamed Salah. Ni el descanso, ni la charla, ni un milagro salvó al Estrella Roja de volverse goleado a Belgrado entonces.
Al poco de reanudarse el partido, un clamoroso penalti del capitán Stojkovic sobre Sadio Mané propició el tercer tanto del encuentro, un penalti que Salah convirtió, lo que le permitió sumar nada menos que cincuenta goles como 'red'.
La sangría no terminó ahí. Había mucho partido aún por delante, y el Liverpool, aún habiendo bajado una marcha más, siguió rondando el gol.
Lo tuvo Mané en sus botas a los 76 minutos de juego, pero este segundo penalti de que dispuso el Liverpool tuvo otro destino, la madera. Mané lo pateó, Borjan lo tocó y el esférico se estrelló con violencia en la portería.
Se resarció el senegalés cuatro minutos más tarde, cuando hizo el 4-0 que sería definitivo. Una goleada que vale doble, como se suele decir, gracias al empate entre PSG y Nápoles, lo que permite a los 'reds' olvidar el traspié de San Paolo y recuperar la primera plaza del grupo.