Lo hace con un acento que desaparece en cuanto rompe a hablar en castellano, si bien la centrocampista balear no siempre dominó la lengua de Charles de Gaulle, Marie Curie o Descartes.
"Bonjour", según cuenta en una entrevista a 'EFE', era todo lo que se atrevía a decir hace cuatro años en el vestuario del Montpellier.
'Vir' tiene todavía presente el día de su partida a Francia, acompañada de su padre. "Vino el chófer del presidente a buscarme a Barcelona. Cuando llegué allí, estaban él y un par de compañeros de trabajo. Me presentaron a un par de jugadoras (...) y enseguida me di cuenta de que empezaba algo nuevo y de que tenía que ser muy fuerte", rememora Torrecilla.
Con 20 años se enfrentó a otro país, a otra cultura y a otro idioma. "Fue muy duro", subraya.
Una canción le ayudó a extender su vocabulario en unos días que no fueron fáciles para ella. "El otro día me preguntaban mis compañeras cuánto tiempo estuve sin hablar francés. Estuve durante un año con dolores de cabeza. Intentaba escuchar y quedarme con alguna palabra, pero era imposible. Fue bastante duro", reitera.
En esos difíciles momentos, a Virginia Torrecilla le sobrevolaba siempre la misma duda: "Me hacía muchísimas veces la pregunta de si valdría la pena estar lejos de mi familia, irme a otro país para ver cómo es otro fútbol".
Con el tiempo asegura que el fichaje por el Montpellier le hizo "muy fuerte", le permitió "madurar muchísimo" y convertirse en "otra persona". "Es la mejor decisión que tomé. Eso me ha hecho crecer. Todo el mundo para poder evolucionar como persona se tiene que ir de casa y estar sola. Yo no tenía a mi madre para decirle: 'Mamá, estoy mal; mamá, necesito esto; mamá, necesito lo otro'. Mis padres estaban lejos y al final tenía que hacerlo todo yo sola", relata la internacional española, una de las seis futbolistas que lo han jugado todo con La Roja en este Mundial.
Durante cuatro años, Virginia Torrecilla prefirió guardar para sí los días más grises. "Mejor estar yo mal, que no toda la familia. Lo mejor que hice fue no decirle nada a mis padres para que no se preocuparan", justifica.
Todo ese sufrimiento en el aspecto personal, lo vio recompensado con una notable evolución futbolística. Repara 'Vir' en que ha ganado "un físico que no tenía antes".
Su rendimiento en Francia valida esa afirmación. "Lo estoy jugando todo y veo que estoy bien físicamente. Eso me faltaba antes cuando estaba en España", comenta mientras reposa sus codos sobre los dos tatuajes que cortan sus muslos. "Para de existir" se lee en uno de ellos en inglés. "Comienza a vivir", en el otro.
"Es como decir: 'deja de que tu vida sea una rutina y empieza a demostrar lo que eres y lo que puedes hacer'. A mí me transmite que dejes de ser una persona normal, que luches por tus sueños y vayas a por todo", explica.
Ella lo hizo al rebelarse contra las comodidades que tenía en Barcelona. "Me fui con el objetivo de conseguir jugar la Champions con el Montpellier. Tardé dos años en alcanzarlo. Fue duro porque venía de jugar los cuartos de final siempre con el Barça. El camino fue algo muy bonito, muy trabajado", recalca.
Ahora siente, sin embargo, que "es el momento de volver a casa".¿Al Atlético de Madrid? "No se sabe todavía, pero sí que es verdad que vuelvo a la Liga Iberdrola", señala durante la conversación con 'EFE'.
Confiesa que sintió "envidia sana" al ver sucederse los récords de asistencia en San Mamés y en el Wanda Metropolitano. "Yo me fui a Francia con el objetivo de crecer como deportista porque en España a nivel profesional el fútbol femenino no estaba muy avanzado. Cuando vi eso sentí que estábamos dando pasos agigantados, que mi país está creciendo como país y no el fútbol solo como deporte", celebra. Lucía Santiago