El conjunto 'rossonero' tiene la calculadora de Champions que echa humo. Dos semanas con un solo punto han reducido sus opciones al mínimo, a un pleno que además precisa de carambolas con otros clubes. Es más, tal y como se ha puesto el panorama, jugar la Europa League ya sería un éxito.
Pero no es pènsamiento para un histórico. En estas, enfrente se planta un Bologna que puede certificar su salvación en San Siro y así huir de sudores en las últimas tres jornadas. Que llega de la mano de Sinisa Mihajlovic, quien en enero empezó su segunda etapa boloñesa.
El técnico croata llegó con sus nuevos bríos al banquillo milanista en 2015. Ahí conoció la grandeza 'rossonera' de doble manera: viviendo lo mejor y lo peor, como le ha pasado a tantos allí, pues salió despedido. Y no llega precisamente en modo amigo.
Porque el ex futbolista balcánico nunca ha sido amigo de nadie cuando se trata de hacer su trabajo. Que se lo digan si no a su hijo, quien continuamente le pregunta con quién va a salir a jugar para confeccionar su equipo en el 'Fantacalcio' (el Comunio italiano). "Nunca le doy las alineaciones", argumenta. Y nos lo creemos.