¿Dónde está su límite? No lo sabemos, y a este paso, nunca lo sabremos. Lo único que está claro es que no hay que hacer enfadar a Messi.
Otros jugadores, cuando el viento sopla de cara, se frustran y se borran del partido, pero Messi no. Le molestó que, en una falta que el jura y perjura no haber cometido, el Celta empatase, y se desquitó como solo él sabe.
Con un libre directo, otro más para su colección de obras maestras a balón parado. En cuanto plantó el balón todos sabían lo que iba a ocurrir. Rubén se tiró porque tenía que hacerlo, porque albergaba la esperanza de poder detener el tiro. Craso error.
Messi puso de nuevo por delante al Barcelona con un libre directo imparable. Un día más en la oficina, ya saben.
November 9, 2019