El Madrid recuperó su amor propio y la mejor de sus sonrisas en un día impensable hace apenas siete días. Ni el más optimista de los madridistas podía pensar en un triunfo liderado por Isco, Marcelo, Asensio o Bale. Hasta que llegó Zidane. Al francés se le pidió una revolución en verano, pero se adelantó a los acontecimientos y la certificó en su vuelta al tajo. Con el galo, volvieron los mejores.
Al menos, los que fueron diferenciales en el último tricampeón de Europa. Sentó Zidane a Courtois y Reguilón; regresaron Keylor, Marcelo e Isco. Y, casualidad o no, decidieron el partido. Que lo de Zizou sea sapiencia o flor puede ser debatible, pero lo que no se puede discutir es que el galo sabe lo que quiere perfectamente. A la primera, sus chicos respondieron.
Lo hizo Keylor con un paradón aún con 0-0 en el marcador. También Isco, con el tanto que abrió la lata. Marcelo, incansable durante todo el choque, asistió para un Bale especialmente activo y con más ayudas defensivas de las que firmó en el resto de la temporada. Asensio volvió a ser un rayo con chispa y descaro y mientras, Solari, marmullando en su sofá.
Variaciones importantes en el once
No fue un Madrid excelso, pero sabía Zidane que tenía jugadores con ganas de reivindicación. El conocimiento de su plantilla le llevó a cambiar a más de uno el cartel de repudiado por el de titular, aunque este Madrid tendrá que rebuscar en su cajón la motivación suficiente para encarar lo que queda de curso. Sin títulos a los que agarrarse, la primera parte pareció de torneo de verano.
Poca intensidad, nula profundidad, ante un Celta que se limitó a contener y a buscar la velocidad de Brais o el cuerpeo de Maxi Gómez, que en el 16' obligó a Keylor al lucimiento con un cabezazo desde el corazón del área. El Madrid pecó de tristón, carente de ritmo o de ilusión, según se mire. El Celta tocó y tocó, pero con más intenciones que acierto.
Entretanto, un disparo de Kroos que rozó el golazo y un disparo al larguero de Gareth Bale. Se lanzó el Madrid a por el 1-0 en el tramo final de la primera mitad y bien pudo conseguirlo gracias a la cabeza de Ramos, que se quedó a un pelo del gol después de un saque de esquina de Kroos a las puertas del intermedio.
Y Zidane lo volvió a hacer
Pero Zidane, al que se le recuerdan sus charlas en Kiev o Cardiff, tocó algo al descanso. Y vaya si lo tocó, hacía tiempo que el Madrid no abrochaba 45 minutos de tanta versatilidad, fútbol y goles. Creció Asensio, subió como antaño Marcelo e Isco, después de que el VAR anulara un gol a Modric, se reencontró consigo mismo.
Inició Asensio, continuó Benzema y empujó Isco. Qué cosas tiene el fútbol. La sonrisa de oreja a oreja del malagueño lo dijo todo. La ovación del Bernabéu en su cambio, al minuto del gol, también. Todo olvidado, le quiso decir su hinchada. Por olvidar que no sea, debió pensar Isco. Ya lo avisó Zidane, el '22' es 'su' chico.
Se descompuso el Celta, al que la baja de Aspas le está amargando la existencia. Benzema se sintió más liberado, con más campo en el que combinar. Bale, Asensio y Marcelo hicieron de los carriles su hábitat y entre el brasileño y el galés gestaron el 2-0. Caracoleó el '12', recibió el de Cardiff y la mandó a guardar con su pierna derecha. Abrazos y sonrisas otra vez.
Diez meses después, el Bernabéu sintió que nada había cambiado, aunque no sea exactamente así. Vaya si ha cambiado el Madrid, aunque ahora tiene de nuevo a Zidane para resurgir de lo más profundo de sus tinieblas. En el primer día de una nueva era, el técnico francés recuperó las sonrisas para su gente. Y eso, tal y como estaban las cosas, ya es mucho.