Zlatan Ibrahimovic no tiene clemencia. Ni con los rivales ni con los aficionados que osan llegar tarde a sus partidos. Cinco minutos necesitó para poner por delante en el marcador al Milan.
El penalti a Ibra no se entiende sin la buena acción previa de Brahim, timonel del centro del campo milanista. Recibió en la medular, se giró, avanzó metros y vio a la perfección el desmarque del sueco.
Filtró para él el balón, y entonces Ibra cayó, derribado por Lykogiannis. El lateral griego del Cagliari cargó a su rival, y este no hizo demasiado por mantener la verticalidad.
Se la jugó Zlatan. Le había ganado la posición y en cuanto notó contacto, cayó. El árbitro pitó penalti, y no acudió al monitor a ver la acción: desde el VAR parecían tenerlo tan claro como él.
Fue el propio Ibra quien lo pateó, convirtiendo la pena máxima con facilidad, sin dar opciones a un Cragno que escogió mal el lado al que el sueco le iba a tirar el penalti.
Y si ese gol llegó en el 7' del primer tiempo, en el 7' del segundo Zlatan (es decir, en el 52') hizo el 0-2, de nuevo por cortesía del VAR. Calabria le puso ahora un balón sensacional, que le dejó solo ante Cragno, a quien batió sin problemas.
Pero el asistente tenía levantado el banderín, y el árbitro, en consecuencia, lo anuló. Por suerte para el Milan, desde el VAR ya estaban tirando líneas, y en cuanto tuvieron un veredicto, se lo transmitieron al colegiado: era gol legal.
Así, en diferido, Ibra pudo celebrar su doblete en Cerdeña.