Cuando Benzema alcanza su éxtasis, no juega al fútbol. Flota sobre el campo, mece la pelota, parece bailar con el balón. Y ante el Espanyol añadió a su catálogo uno de sus partidos más brillantes con la camiseta del Madrid. Acaso podría haber sido el mejor.
Fue un vals futbolístico, la elegancia sobre el terreno de juego. Pero ese Benzema que se divierte como un niño tuvo el colmillo de la bestia. El francés abrió el duelo, tuvo hambre de doblete y generó otra jugada para que Bale hiciera otro tanto más. Su estética y el hambre añorada de Cristiano Ronaldo, todo en uno. Para una noche pluscuamperfecta.
Fue ese Karim multitarea. Un delantero decisivo, un centrocampista mágico, el primer defensa en la línea de presión. Solari lo había encumbrado en la previa del encuentro, pero hasta esa expectativa sublimó el galo.
A los tres minutos, en su primer tiro, con la caña de pescar en el área pequeña, comenzó el baile. Si se apoca cuando su primera acción es desdichada, levita cuando ocurre lo contrario. Con el viento de cara, se echó al equipo en la mochila.
Lejos de pesarle, le inspiró. El Madrid, que ya venía con buena inercia de sus triunfos ante Sevilla y Girona, fluyó con más consistencia. Fue ese Madrid que añoran los suyos, el que continuamente amenaza con pegar una bofetada en el marcador.
Sergio Ramos asestó la segunda. Se ha especializado en marcar penaltis 'a lo Panenka', pero el auténtico sello Ramos es el del testarazo. En sus declaraciones y en sus remates. En un córner dos rivales le intentaron enjaular. Pero el siempre escapa por el espacio aéreo. Se elevó, cruzó la bola, marcó.
Y no sentenció porque un 'pinball' dejó a Leo Baptistao ante Courtois. Obús a gol, 1-2 y cambio de decorado: los catalanes pasaban de la amenaza de chaparrón a volver a la carga.
Más música celestial
El sonido de corneta volvió a cesar ante los violines que acompañaron a Benzema. El galo casi inventó la autoasistencia: tiró el pase a Vinicius, se anticipó Hermoso y lo que hizo el central fue dejársela en bandeja al francés. De primeras, con el copyright de Kroos, definió al segundo palo y en el añadido. Otro mazazo.
1-3 al descanso, partido casi en el bosillo y el debate de Cristiano silenciado: entre Benzema y Sergio Ramos están tomando el testigo del gol.
Aunque el sevillano se quedó en el vestuario al descanso, dolorido por un golpe en la rodilla izquierda, a Benzema le quedaba sangre en los ojos. El recital incorporó pases al hueco, asistencias de tacón, regates en la frontal pisando la bola. Y hasta una asistencia para Bale. Recién reaparecido, Benzema le transfundió el ángel: dos minutos llevaba en el campo únicamente.
En el final de la barra libre se rompieron un par de vasos: Varane vio la roja tras falta como último hombre y Rosales hizo el 2-4 (golazo tras control y volea). Pero no afeó la neta superiodad blanca, especialmente en asuntos de ambición y pegada.
Los violines sonaron hasta el triple pitido final de Gil Manzano. Todos los jugadores corrieron a abrazar a Benzema, fresco como un octubre en Nueva York. Para felicitarle por su baile. Seguro el mejor de este año; y uno de los más recordados en su amplio recorrido con el Madrid.