Anoeta le preparó a su Real Sociedad una merienda de San Valentín. El objetivo era reconciliar a los suyos con el gol, con el que llevaban tres partidos peleados, sin hablarse ni verse. Y el menú fue rojo y verde. No, no eran pimientos, ni fresas ni una salsa de tomate con sus especias. El menú era el Granada.
Lo devoró. La Real apenas esperó a que estuviera en la mesa para hincarle el diente a un conjunto nazarí que, sin embargo, tuvo dos opciones de escaparse vivo antes de ser machacado entre las fauces de un equipo hambriento.
Pese a que los de Imanol Alguacil empujaron desde el minuto uno y vivieron alrededor del área de Maximiano, fue el Granada el que tuvo las dos ocasiones más claras de la primera parte. En cuestión de poco más de un minuto, Arezo y Uzuni, dos refuerzos de invierno, perdonaron el tanto.
El ex de Peñarol se quedó solo y junto a Luis Suárez en el carril central del área realista. Pero el mano a mano, en el que tuvo tiempo para pensar, tuvo una ejecución muy piadosa. Remiro sacó un tiro centrado y sin fuerza del atacante. Sin tiempo casi de lamentar, Uzuni, aunque algo escorado, pisaba área sin más marca que la de un Remiro que salió a la frontal a la desesperada. Pero nadie supo qué quiso hacer el granadinista, que no tiró e intentó un amago que despejó el portero con el pie. El rechace, de primeras, lo mandó a las nubes un compañero.
Sería lo poco salvable de los de Robert Moreno en el primer tiempo. La Real se espoleó tras los dos avisos y siguió llegando y llegando, con un Januzaj superlativo en la banda, pero sin concretar. El belga tiró demasiado flojo en el área cuando lo tenía todo a favor para marcar, pero se olvidaría pronto su acción con la llegada del penalti.
A los 35 minutos, Domingos Duarte cortó con el brazo un remate de Mikel Merino y Arberola Rojas no dudó. Oyarzabal asumió, como siempre, la responsabilidad. Y también como siempre, dio su saltito talismán antes de batir a Maximiano, quien acertó sin éxito su intención.
Isak, que ya había tenido algún remate tímido, fue protagonista de la recta final del primer periodo. Apareció en varias ocasiones de peligro e hizo trabajar al meta rival, por ejemplo, con un remate a la media vuelta que atrapó el portugués. El descanso llegó tras un remate de Mikel Merino a pocos metros del primer palo que se fue fuera tras no poder darle la dirección correcta.
Justicia y reacción tardía y estéril
La segunda parte fue justa con la Real y con el partido. Se esperaba un Granada obligado a buscar el empate, pero fueron los locales los que apretaron desde el inicio. Los nazaríes esperaban y se encomendaban a algún contragolpe en el que igualar la contienda.
Uzuni y Puertas, que le relevó pasada la hora de juego, dejaron un par de disparos con ese 'modus operandi', pero el resto hasta el 2-0 fue mérito realista. Los de Imanol perdonaron una doble ocasión en el 64' para sentenciar. Januzaj, algo escorado, se topó con Maximiano, que rechazó su disparo. El rechace fue a parar a Isak, que mandó un pase de la muerte que, de milagro, despejó la zaga visitante.
Imanol y Robert dieron aire a sus banquillos y uno de los que entró por los locales, Rafinha, pondría la firma final al choque. Oyarzabal, en una de las numerosas internadas por la izquierda, llegó hasta casi línea de fondo , levantó la cabeza y vio solo al centrocampista en el área, que, de primeras, mandó la bola al fondo de la red.
La Real se reconciliaba con el gol después de una sequía de 270 minutos. Y no se engañen, los dos besos que se dieron pudieron ser horas y horas de lujuria entre las sábanas, ya que este equipo sigue generando muchísimo más de lo que logra, primero, transportar al área y, segundo, al fondo de la portería rival.
En la recta final, un Granada empujado por Puertas quiso enmendar tarde y con demasiadas prisas su mal partido. Una chilena suya que se fue alta, un disparo lejano de Quini que desvió Torrente cerca del palo y un cabezazo que casi roza la escuadra de Jorge Molina maquillaron la imagen al final, pero no el marcador.