Mucho se ha especulado con la altura de Goliat. Hablan de poco más de 2 metros, de 3 e incluso de más. Pero lo que no hay dudas es que era grande. Enorme, en comparación con la estatura humana. De David, en cambio, apenas hay referencias exactas a su estatura, por lo que se le presupone una altura media de una persona. Y pese a ello, el chico tumbó al grande.
En el Metropolitano, pocas dudas había de quién era uno y quién era otro. Sin embargo, el Atleti, todo un Goliat por plantilla y por mérito propios, se empequeñeció tras verse con 2-0 en el marcador. Lo hizo de una manera que, honestamente, no es ajena a los aficionados rojiblancos, acostumbrados a que su equipo sea más sufridor de lo que seguramente ellos quisieran.
El Almería vivió justo lo contrario. Un colista con solo 4 puntos y sin victorias en 15 partidos se hizo enorme en el Metropolitano. No se llevó premio alguno, pero es de justicia reconocer que tuvo encerrado a su rival, al que le recortó en el marcador y le puso en la garganta... los pitos a su afición. El sonido de viento que se oyó en el campo resume a la perfección que, una vez más, Simeone jugó con fuego, pero sin quemarse.
Que no acabe nunca
El inicio de partido suscitó al aficionado local el deseo de que nunca llegase el descanso. El Atleti fue ambicioso, pesado, agobiante y ansioso. Quería atacar, quería marcar y quería divertirse. Por eso hizo el primero en el minuto 6, aunque luego quedó en nada por un fuera de juego de Griezmann de pocos centímetros.
Pero el 0-0 del marcador no era el mismo en el césped. De Paul rozó el tanto con un disparo desde la frontal que se fue a la derecha de la portería y Correa, con un remate en el área, se quedó aún más cerca. El cántaro, la fuente y ese manido refrán volvieron a verificar su vigencia cuando, en el 17', llegó el gol de Morata que abría la lata. Griezmann recuperó cerca del área y jugó con el '19', que recortó a su marcador en la frontal con un quiebro seco para encarar a Maximiano, al que también regateó antes de, a placer, hacer el 1-0.
Recuperación alta, dos regates, definición acertada... La jugada fue la perfecta definición de ese colmillo que terminó siendo un tímido ronrroneo ante un colista que, de momento, no hacía más que sudar y sufrir.Y más lo haría cuando, en el 22', llegó el 2-0. Marcos Llorente recibió un pase en profundidad y apuró línea de fondo antes de meter un pase de la muerte imposible de desperdiciar. Correa llegó sin hacer ruido, pero a toda velocidad para, completamente solo, empujar la pelota.
Con casi todo el partido por delante, la lógica apuntaba a la goleada. El paseo era absoluto y la ventaja estuvo cerca de ampliarse cuando, en el 35', De Paul casi clava una falta en la escuadra. El guante de Maximiano no solo despejó la pelota, sino que también pareció parar la avalancha del Atleti y empezar a convertirla en dudas.
Que se acabe ya
Ya en la recta final del primer tiempo, la balanza empezó a inclinarse hacia el otro lado. Robertone, Leo Baptistao y Embarba empezaron a encontrarse y a merodear el área de los de Simeone. Hasta ese momento, entraba en el guion. El equipo perdedor aprovecha cierta relajación del que gana y achucha. Pero ese "que se acabe ya" que ya se intuía en el primer tiempo fue extensivo al segundo.
Podríamos decir que el Almería salió mejor de vestuarios, pero diremos solo que el Almería salió de vestuarios. El Atlético, no. Entregó la pelota, entregó las ganas y volvió a abrazar a ese racaneo que, si bien le ha dado resultado en el pasado, parece no convencer ya a su afición.
Oblak empezó a convertirse en uno de los mejores de su equipo. Salvó un cabezazo a quemarropa y en plancha de Embarba con una estirada y a punto estuvo de volver a sacar las castañas del fuego a los suyos en el minuto 62. Sin embargo, su brutal reacción al primer desvío de Baptistao en el gol no evitó el 2-1.
Desde lejos, Pozo probó suerte con un disparo que el propio Baptistao desvió con el abdomen. Oblak respondió con un paradón mayúsculo, pero el brasileño llegó a tiempo para cazar el rechace y remachar en el área chica. Hasta entonces, las sensaciones habían sido más reveladoras que las ocasiones y que el marcador, pero, a partir de ahí, el bajón del Atlético ya fue reconocible en todos los ámbitos. Y sí. Que el Atleti ganó. Y no, tampoco es que Oblak salvase 10 ocasiones claras. Pero no se cieguen con el resultado. Al menos, no lo haremos aquí.
Conforme pasaban los minutos, el Almería se lo creía más. Arribas disparó desviado tras un error en defensa de los rojiblancos y, en el 73', Oblak tuvo que meter el guante para evitar que el ex del Real Madrid hiciese el 2-2. El esloveno volvió a aparecer en el 79' para repeler un trallazo de Baptistao más potente que colocado cuando más asediaban los andaluces.
Tras mucho tiempo encerrado, el Atleti respiró con varias contras en las que rozó la sentencia, como una en la que Memphis le pegó demasiado fuerte desde la frontal. Pero aún sufrirían los locales en el añadido, con el Almería colgando balones y con remates de César Montes y Baptistao que, si bien no pasaron de provocar córneres en el césped, sí que provocaron miedo, incomprensión y dudas en la grada.
Al final, el pitido liberó a los de Simeone y dio argumentos para los que quieran no ver cómo fue y se queden solo con lo que fue. Pero la realidad estuvo más cerca de un 2-2 que del 2-1 que, sea como fuere, mantiene a los madrileños en la lucha por los puestos de cabeza de la clasificación.