Durante buena parte de su carrera deportiva, Kevin-Prince Boateng ha tenido que convivir con el cartel de 'Bad Boy' que, por otro lado, se ganó a pulso en sus inicios. En el Tottenham, tras debutar en la élite en el Hertha de Berlín, se hizo amigo de las fiestas y se olvidó del balón.
"Cada noche salía hasta las seis de la mañana, pesaba como 95 kilos, estaba hinchado por el alcohol y la mala comida", dijo hace tiempo en 'Marca': "No podía jugar al fútbol, así que me compré un Lamborghini. Eres feliz una semana, después de eso nunca lo vuelves a usar".
Pasó por el Porstmouth antes de que el Milan se interesara en él. En Italia vivió buenos y malos momentos, elevando su fútbol a las alturas de vez en cuando. Allí, Boateng continuó creando dudas con su vida lejos de los terrenos de juego. Se lesionó más de lo normal y la que era su novia, Melissa Satta, intentó explicar el porqué.
"La razón por la que siempre está lesionado es porque tenemos sexo entre siete y diez veces a la semana", dijo Satta, compañera de Boateng en una etapa en italia que se cerró, marcha al Schalke 04 mediante, en la 2015-16.
Fue el momento en el que pasó a Las Palmas. Decían que el proyecto no le interesaba, pero el ghanés sorprendió a los más incrédulos por su profesionalidad. "En dos años gasté todo mi dinero en coches, fiestas y amigos que no lo eran", confesó.
En Las Palmas encontró la redención que buscaba. Fue líder del equipo, goleó y demostró que su mente pasaba única y exclusivamente por el verde. Renovó, pero marchó a Alemania en busca de una mejoría familiar. Así hasta llegar al Barcelona.