El Paseo de los Tristes inauguró una sucursal en la noche de este domingo. El Granada visitaba al Barcelona por la jornada 24 de la Liga con las de perder. Empató. Enfangado en la zona de descenso de Primera División, llevaba varias jornadas -4, en concreto- sin conocer la victoria y estuvo a punto de hacerlo en el que debería ser uno de los campos más complicados de la competición. Por contra, se ha convertido en un disparadero de situaciones alocadas que nunca arrojan una buena imagen de su propietario.
Los de Xavi Hernández adolecieron de lo que les lleva atenazando toda la temporada. Aunque cuentan con nombres que son, por mera mención, argumentos para estar entre los mejores equipos del mundo a nivel de calidad, siempre se dejan llevar por la relajación cuando se ven en un contexto en el que su superioridad acaba de ser canjeada en algún gol y el rival está tocado. Inocentes, los 'culés', en lugar de rematar el partido, permiten vida al contrincante.
Esto, con los nazaríes delante y su panorama actual, uno en el que hay que exprimir cada bajada de brazos del contrario para arrimarse poco a poco a la salvación, conoció sus consecuencias con el detonante de una diana de Ricard Sánchez a pase de Facundo Pellistri cuando solo quedaban 2 minutos para el final reglamentario de la primera parte. Antes, en los compases iniciales, Lamine Yamal había abierto la lata para hacer justicia a un tramo en que los suyos fueron mejores.
Su debe reside en una falta de chispa, de instinto asesino cuando su grupo se sabe superior que hace esta superioridad frágil y, por tanto, la elimina. Esta carencia se lleva viendo todo el curso. Yendo a lo específico, la de este domingo por la noche versó especialmente sobre una dependencia casi absoluta de la electricidad, las ideas y la alegría de Yamal por la banda derecha para generar peligro ante Augusto Batalla.
El canterano fue el diáfano 'MVP' del día. Su primer acierto se produjo al recibir un envío dulce de Joao Cancelo al segundo palo tras una trenza de pases que descosió la línea de atrás del Granada. A llegar prácticamente sin oposición y sin portero delante, tan solo tuvo que amortiguar, usando el interior de la bota diestra, el telegrama del portugués, que, en esta fase del encuentro, opositaba a ser importante en un triunfo solvente. Se fue disipando con el correr del cronómetro. No le ocurrió lo mismo a su compañero.
Las alternativas que Xavi había planteado sobre el césped eran las que imaginaba que iban a surgir y, en ciertos momentos, surgieron de dotar de mayor libertad de movimientos a Gündogan, Frenkie de Jong y Pedri al ubicar a Andreas Christensen, como contra el Alavés, como pivote defensivo. El desplome del olfato goleador de Robert Lewandowski y de ese perfil de buscador de oportunidades que se había granjeado en Múnich caparon esta dinámica. No había quien capitalizara los balones que se filtraban, sobre todo desde las botas del alemán y el español.
Sí que conectaron justamente los dos exjugadores de la Bundesliga en una de las dianas del Barcelona, pero se trató de un fogonazo aislado que es frustrante por dos motivos. El primero es el que imprime su naturaleza: como solo tuvo lugar en un recoveco aislado de la noche, no sirvió para apagar ese runrún que habrá en mente de todo aficionado azulgrana pensando que este delantero no es el mismo que vestía la camiseta del Bayern. El segundo es víctima de la inventiva: ¿qué hincha 'culé' no reflexiona internamente sobre que es así como deberían llegar el 90% de los tantos de su equipo y se decepciona cuando ve que no es eso lo que ocurre? Lo que podría ser y no es, el principal problema de esta temporada en la Ciudad Condal.
Volviendo a lo positivo, lo que debería o podría ser, Gündogan amortiguó un envío por alto a la par que lo trasladaba a su izquierda, donde 'Lewy' llegaba en carrera para controlar con la derecha, dejar botar el cuero y pegarle un zapatazo cruzado ante el que Batalla no pudo dar batalla. Era el 2-2: las vicisitudes de los catalanes han llevado este relato a saltarse los grandes quebraderos de cabeza de los anfitriones, los dos primeros golpes en contra.
En el 1-1, encastrado en el 43', Facundo Pellistri dibujó una arrancada por la derecha para deshacerse de Pedri y pasó el balón, con potencia, al área de Ter Stegen, donde Ricard Sánchez remachó de primeras y arriba, justamente como la jugada le pedía para evitar que el guardameta gozara de margen de reacción. Habrá quien opine que pudo hacer algo más y quizá no se equivoque, pero debe tener en cuenta que su sesgo estará condicionado porque, en la media hora previa, el germano había cometido varios errores al querer sacar de atrás la pelota con los pies.
Este es otro asunto de interés en el planteamiento de Xavi. El de Terrasa, un enamorado del avance controlado de la posesión desde la puerta propia hasta la ajena, dio el visto bueno a que su cancerbero conectara directamente con su delantero centro, que acudía al círculo central a recibir. Si bien esta fue una buena lanzadera de algún que otro ataque potable, también de recuperaciones nazaríes que se podrían haber evitado de mantener el cuero pegado al césped, donde, al fin y al cabo, su plantilla es superior.
En todo caso, Pellistri, en su primera titularidad tras incorporarse cedido procedente de un Manchester United en el que Erik ten Hag no le daba protagonismo, dio un bocado lleno de hambre al primer plato de su estancia en la tierra de Federico. Aceleró cada acción de la que formó parte, desarboló a la defensa catalana y, por si alguien tuviera duda de lo importante que estaba siendo tras su asistencia, anotó él mismo el 1-2.
Esta diana surgió de un error grosero de Pau Cubarsí, que salió de inicio con Ronald Araujo en el banquillo a pesar de que no había noticias que apuntaran a que el charrúa estuviera mal físicamente. Su homólogo, mucho menos experimentado, echó atrás, de cabeza, un centro que reclamaba un despeje hacia otro lado o, como mínimo, con más contundencia. Así, llegó a Uzuni, que, al otro costado del área, devolvió el esférico a una posición más centrada con Ter Stegen vencido a su lado y Facundo listo para rematar a placer.
La acción retrató la falta de contundencia atrás que asola al Barcelona desde que comenzó la temporada y que tan firme era en la anterior, la 22-23. El agujero se hizo más amplio cuando, en el minuto 66, Ignasi Miquel remató contundentemente, con poderío y virilidad, un centro plácido de Maouassa -que había tenido que ser titular a última hora por una lesión de Carlos Neva en el calentamiento- que, ante la atónita mirada del aficionado local, acabó dando en la mano de Ter Stegen, en el palo, en la otra mano de Ter Stegen y entrando a la meta.
Para estas alturas del partido, las posturas ya se habían acelerado, contorsionado y desordenado, así que se produjo ese ejercicio de insistencia, fe e intensidad que los 'culés' se han acostumbrado a realizar tarde y que, de haber hecho antes, probablemente les habrían ahorrado muchos problemas. Los andaluces asumieron su labor de ser hundidos atrás y, como era comprensible, encajaron el gol definitivo, el del 3-3.
Ni por ello, eso sí, se apagó la sensación de 'Lamine-dependencia' o 'Yamal-dependencia' que mostraron los de Xavi, pues las tablas las facilitó él, de nuevo, al rebañar la pelota de los pies de Callejón en la frontal, darse la vuelta y batir a Batalla con un zapatazo bien colocado. El punto es insuficiente para los dos bandos, aunque es una fuente de ilusión para el granadino, que vuelve al Paseo de los Tristes directo desde el paseo de los tristes. Ha nacido una sucursal.