El Madrid se lo pone fácil al cronista. En la vuelta de los octavos de final de la Champions League, recibía a un Liverpool que tenía que anotar al menos tres goles para disponer de opciones de imponerse. Nada más lejos de la realidad. Los de Carlo Ancelotti, superiores desde los primeros compases, permitieron que aquellos encargados de contar su partido empezaran a preparar sus textos con tiempo de sobra, pues los 'reds' ni amagaron con siquiera recortar distancias en el global.
El marcador conjunto, por tanto, queda en 6-2, pero podría ser más abultado. En un Santiago Bernabéu entregado a la versión europea de su equipo, que, cuando compite en el Viejo Continente, lo hace como tocado por una varita mágica, Alisson tuvo que actuar para evitar que los suyos cayeran por una diferencia mayor. Pero ni con las vidas extra que regalaba a sus compañeros lograban estos intimidar a un Courtois que también estuvo correcto cuando tuvo -poco- trabajo.
El guardameta visitante, primero, despejó con el brazo un tiro a bocajarro de Vinicius. El extremo había conectado, en el aire, un envío de Rüdiger, que amortiguó la pelota de cabeza hacia el segundo palo. En las distancias cortas, el arquero se hizo todo lo grande que pudo y resolvió la papeleta. Unos minutos después, Camavinga le obligó a desviar lo justo para mandar al larguero un misil fino, desplegado con el interior de la zurda, desde la frontal.
Estos fueron los mayores conatos de gol por parte de los ingleses, lo que habla mal de un Liverpool que era el que tenía que llevar la iniciativa. Los momentos más cercanos a recortar distancias en el global nacieron de un disparo de Darwin que Courtois repelió a pesar de que no parecía ir a portería y un error de Rüdiger al dejar botar un pase atrás de Carvajal. Entonces, tuvo que actuar su guardameta ante fuego real atajando un tiro bajo de Darwin.
Sí que atinó, no sin numerosas acometidas previas, el Madrid, que puso el broche a su pase a cuartos de final por mediación de Benzema. En los compases finales, Camavinga encontró a su compatriota entre centrales, pero Van Dijk interceptó y generó un rebote que le cayó a Vinicius. El brasileño no acertó a rematar de primeras y, desde el suelo, consiguió desplazar el cuero hacia un lado para que el '9' remachara a placer.
Era, al fin y al cabo, el destino más justo en un enfrentamiento que, de haber sido visto sin el marcador delante, podría haber llevado al espectador a pensar que eran los 'merengues' los que tenían que remontar. Camavinga estuvo de 10. Rüdiger, a pesar de su error en los minutos iniciales -el de la parada de Courtois a Darwin-, se corrigió para estar sublime al corte. Vini percutió como se le pedía -hizo que Konaté tuviera que ayudar constantemente a Alexander-Arnold para cubrirle- y la actuación fue coral.
Pero hay que concentrar gran parte de la atención y la responsabilidad de esta victoria en el centro del campo. Ancelotti, ante un posible duelo de ida y vuelta, apostó por la 'vieja guardia', es decir, por Kroos y Modric, para imprimir un mayor control de la pelota en lugar de dejarse llevar por el físico. El alemán y el croata demostraron, como de costumbre, que la experiencia puede marcar la diferencia. Dominaron la sala de máquinas.
Es gracias a este trabajo que Camavinga pudo desplegar su talento como lo hizo, que Fede Valverde pudo dejarse ver hasta para buscar el gol de cabeza o que la propuesta del Liverpool no funcionara. Jürgen Klopp esgrimió un once con cuatro delanteros y no excesiva presencia en el círculo central, lo que llevó el peso del juego a las botas de los blancos, justo lo que su homólogo quería que hiciera. Cayó en su trampa.
De esta forma, aunque los 'reds' dieran sensación de peligro más por acumulación de futbolistas que por proliferación de ideas, también se veían muy solos en esas áreas en las que al Madrid le sobraban jugadores. Con la calidad de Kroos, Modric y Camavinga para ayudar a la zaga a sacar la pelota de atrás, superar la presión de hasta cuatro que llegó a ejercer el cuadro visitante suponía tener que enfrentarse después a tan solo seis y esto, con la explosividad de Vinicius -sus diagonales hicieron mucho daño- y el buen posicionamiento de Benzema, es un caramelo.
Con tan buenas sensaciones y un resultado acorde, los 'merengues' ataron su pase a cuartos de final. Es la mejor manera de celebrar su partido número 300 en la Champions League. Los ingleses, tras afinar la puntería y las ganas de atiborrarse con el 7-0 ante el United, se dan un golpe de realidad y vuelven a casa conscientes de una verdad cruda: en un día en que había que meter tres goles, Alisson fue su mejor jugador.