La élite es la élite, pero tiene niveles. En la segunda jornada de la fase de grupos de la Champions League, la Real Sociedad ofreció un ejemplo práctico. Después de empatarle al Inter de Milán, finalista de la edición de la temporada pasada, venció al Salzburgo, que había derrotado al Benfica en su estreno, en una actuación de dominio casi absoluto en Austria. Goles de Mikel Oyarzabal y Brais Méndez apañaron el marcador, de 0-2.
El triunfo se impulsó en una primera mitad magistral por parte de los de Imanol Alguacil. La segunda actuó más bien de colchón ante las intentonas de los locales por acelerar el partido en búsqueda de la remontada. Lo lograron hasta el punto de conseguir un penalti que acabó anulado por aviso del VAR al colegiado. El equipo arbitral determinó que Roko Simic, la víctima, era más bien el verdugo. Cuando trataba de regatear a Álex Remiro en el área, le pisó, así que, aunque acabó en el suelo, no era falta a él, sino suya.
Exceptuando este "uy", los de Gerhard Struber no tuvieron mucho que ofrecer en su feudo. El entrenador, muy asentado en la factoría Red Bull -dirigió al Juvenil; al filial, el Liefering, y a los Red Bulls de Nueva York en la MLS-, salió bastante desmejorado en el cara a cara con su homólogo español, que propuso un esquema bien extendido por todo el campo y problemático para la salida de pelota contraria desde atrás.
Este fue el origen del cortocircuito del Salzburgo, que confió, quizá demasiado, en Solet para gestionar le manejo del balón en las inmediaciones de la portería. El '22' se ubicó en el centro de la línea de atrás, lejos del apoyo de sus compañeros, y la Real Sociedad lo aprovechó para asfixiarle con una presión alta que el zaguero llegó a saltarse en algún momento con una buena conducción. Su imagen terminó bastante socavada, pero quizás haya que mirar más a la pizarra que a su rendimiento para comprender por qué.
Otro futbolista que tuvo que dejar su habitual brillo para otra ocasión es Oscar Gloukh. Tiene tan solo 19 años y es una de las sensaciones de los austriacos. Normalmente, da mucho de qué hablar en la Bundesliga del país en el que milita, pero, en la visita de los 'txuri-urdines', apenas se le vio. A esto contribuyó especialmente Brais Méndez, tirano del centro del campo de un partido en el que Barrenetxea aportó la chispa y Mikel Merino y Zubimendi, el equilibrio. Gracias a ellos, el '23' gozó de espacios para desplegar su juego.
El ex del Celta de Vigo se encargó de demostrar lo fundamental que es para este equipo anotando uno de los goles de la victoria, el segundo. En esa primera parte en la que los anfitriones se vieron rebasados en todas las líneas, capitalizó una contra iniciada con una intercepción de Zubimendi y apoyada en una pared con Kubo para dibujar una carrera de unos 30 metros y decidir por sí solo. Kubo, a su derecha, y Oyarzabal, a su izquierda, esperaban un pase y acabaron viendo un amago hacia la zurda ante Gourna-Douath y un remache a palo cruzado para el 0-2.
El 0-1 había corrido de la cuenta de un hombre cuyo físico se preservó en el derbi vasco justamente para esto, para que tirara de galones y experiencia en un ambiente hostil. Oyarzabal, asistido por Brais en la frontal, atesoró la pelota unos instantes antes de recortar hacia su pierna buena y superar a Schlager con un golpeo ajustado al palo largo que dejó clavado al guardameta. Ni siquiera lanzó un ademán de detener el esférico.
Como estas dos dianas, pudieron llegar más en los 47 minutos -hubo 2 de alargue- iniciales y al cuadro de San Sebastián le habría venido de perlas, pues el primer rato del segundo acto acogió un arreón de los 'toros rojos' propiciado por un triple cambio de su entrenador, que llevaba cocinando estas alternativas prácticamente desde el 30'. Su mejor fruto fue la pena máxima que se anuló previo paso por el monitor y alguna llegada desde el 46' al 60' que los visitantes solventaron, aparte de unos desembarcos más en los palos de Remiro en el añadido.
El estratega también se afanó en pedir tiro desde los once metros por un despeje de Zubeldia que dio claramente en el brazo de Pacheco, a quien Imanol introdujo en el descanso porque Le Normand había sido amonestado. No era posible dar la razón al técnico porque el rehace venía de un compañero y, para colmo, estaba justamente extendiendo las manos en ese típico gesto que hacen los futbolistas para dar a entender al árbitro que no quieren interceder en la jugada.
Dejando de lado estos contratiempos, los donostiarras gestionaron el paso adelante contrario, se apoyaron en hacer lentas sus posesiones para hacer remitir el avance y empaquetaron los tres puntos a Anoeta sin más baches. Al Salzburgo, que pudo recortar distancias en el descuento con un disparo cruzado de Simic y varias intentonas paralelas, el mejor de los suyos este día, les queda el gran debe de volver a la versión que rebasó al Benfica, pero no a la Real. Son niveles.