"De Romário rememoras hasta los entrenamientos"

Romário marcó un antes y un después en el fútbol español. Puede decirse que provocó que todo equipo que se preciase quisiera a un brasileño a toda costa. Porque cualquiera podría ser la siguiente gran estrella surgida de las favelas.
Su infancia fue complicada, pero logró salir adelante. Se dice que estaba tan convencido de que iba a triunfar que desde bien pequeño ensayó su firma de cara a los miles de autógrafos que iba a firmar en el futuro.
Jugar con él debía ser un espectáculo. Jugar contra él, un suplicio. Romário daba juego hasta entrenando. "De los jugadores te acuerdas de sus partidos, pero de los grandes rememoras hasta de los entrenamientos", rememoró Miguel Ángel Nadal.
"En uno de ellos demostró que era un jugador de dibujos animados. Le hizo goles de todos los colores a los porteros, cosas que sólo podía hacer él", añadió el ex azulgrana.
Angoy, guardameta del Barcelona por aquel entonces (y yerno de Cruyff, todo hay que decirlo), le guarda menos simpatía. "Tenía una capacidad para 'putearnos' infinita", afirmó, bromeando.
"Siempre nos decía que a los guardametas nos tenía mirados de reojo. Nos amagaba, nos hacía tirarnos, delatarnos... Tenía tanta calidad que disfrutaba más haciéndonos sufrir que marcando goles. El fútbol era para él pura diversión, le encantaba vernos pasarlo mal", agregó.
Arpón destacó otra de sus cualidades: era bueno, buenísimo, pero solo cuando quería. "Cuando venía con ganas de entrenar era una barbaridad. En los partidillos resultaba una gozada verle jugar", explicó.
"Es verdad que el que estaba en su equipo ganaba seguro. Recuerdo que una vez le hizo un sombrero a Guardiola, Pep paró el entrenamiento por completo y se puso a aplaudirle. Pronto le seguimos todos", dijo también.
Juan Carlos le recordó con resignación. "Cualquier gesto técnico suyo era una locura. Los que estábamos ahí en las pachangas lo único que buscábamos era que no nos dejase en ridículo", reveló.
Y Julio Salinas confirmó la famosa anécdota de su escapada de carnaval. "Quería irse a Brasil cuanto antes y Cruyff le dijo que si marcaba dos goles le dejaba pirarse. Los anotó y se fue pitando en plena segura parte. El tío tenía tanta confianza en sí mismo que ya se había comprado los billetes antes del choque", recordó el delantero vasco.
Su estrella brilló con fuerza en el Barcelona, pero también en el Valencia. "No corría pero él repetía, 'que lo hagan los jóvenes, Mendieta y compañía. Yo ya no estoy para correr'. Se excusaba diciendo que si lo hacía luego no iba a estar fresco cerca del área, que es donde era letal con ese espectacular cambio de ritmo", dijo Sietes, compañero suyo en Mestalla.
Romário, genio y figura, penúltimo especimen del 'futbolista-canalla', de esos que viven de noche y de alguna manera rinden de día. Un futbolista imposible en estos tiempos hiperprofesionalizados.