No fue ese Espanyol intermitente ante el Atlético sobrio, no. Fue el que tenía motivaciones importantes contra el que ya ve las vacaciones cerca. El clásico partido de final de temporada en el que lo ilógico se convierte en algo que no sorprende.
Por eso ganó, y bien, el conjunto de Rubi. Porque sigue soñando con Europa. A los de Simeone, por más que sean hijos del Cholo, ya les viene grande otra temporada exigente. No pusieron toda la carne en el asador. Además, por suerte, ahí estuvo Oblak para evitar más escarnio.
El 1-0 compendia bien lo que ocurrió. Pedrosa, que pareció más Dani que Adriá, se subió en la moto para cabalgar casi sin oposición, algo que suena extraño ante un rival como el Atleti, que no suele dejar a nadie que pasee por su jardín tan alegremente.
Llegó casi extenuado al lateral del área. Su centro no encontró a ningún compañero, pero sí una pierna amiga, la de Godín, quien desvió hacia las mallas el centro. Para que se hable ahora de la moto del canterano y no de la camiseta que le pidió a Messi.
El 2-0 fue otra foto de las ganas de unos y otros. Rodri, sorprendemente relajado, se quedó sin la cartera. Melendo se la quitó y la convirtió en asistencia para Borja Iglesias, que hizo el primero de su cuenta para acercar Europa.
La goleada se cerró con un penalti a uno para el final, tras una carga de Juanfran algo polémica que el colegiado entendió como ilegal. Otra acción digna de vacaciones mentales. El 'Panda', con un disparo imparable, hizo temblar la red. Para conseguir la victoria más abultada del curso y endosar al Atlético la más dolorosa.
Y así se escribió otro partido típico de final de temporada, de esos en los que al que gana puede que le quede corto lo que queda y lo poco que queda se hace largo para el que ya no tiene nada que hacer.