Este Wembley es aún muy joven, pero lleva su esencia dentro. La Champions le regaló una preciosa página para actualizar su álbum. El partido tuvo los ingredientes que enamoran, agitan y sorprenden. La montaña rusa hizo descarrilar al Tottenham y llevó al cielo a la Juve que, a falta de fútbol, tiró de escudo.
Los 90 minutos fueron taquicárdicos, excelsos por los giros de timón y las virtudes tan contrapuestas: determinación, táctica, calidad y valentía de los ingleses; respuesta desde el banquillo, ambición, peso de la historia y oportunismo en los italianos.
El encuentro, ingobernable, viró desde la tortura del Tottenham al noqueo de la Juventus. Mandó, gobernó y apretó el equipo de Pochettino. Para demostrar su hambre y reforzar el 2-2 de la ida; para anular a la Juve, que tuvo muy poca de italiana en un escenario donde se había visto más veces que su rival.
El 'euroasiático'
Son, alumno aventajado del fútbol asiático por haberse modelado durante varios años en Europa, entró como una exhalación en el choque. A falta del 'Hurricane', el surcoreano fue un tornado que taladró la zaga italiana. Percutió y percutió con dos bicicletas sobradas de confianza y faltas de puntería.
A la tercera fue la vendida y la rudimentaria. Porque su remate con la derecha tocó luego en la izquierda y dejó a Buffon agonizando sobre la cal intentando la parada de la oruga. Wembley, ruidoso y espectacular toda la noche, tocaba la gloria.
La Juve, irreconocible en su 'vergogna', se había quedado atrapada en el tiempo. En el minuto 17, cuando Vertonghen cometió un claro penalti sobre Douglas Costa en el que el árbitro polaco se hizo el sueco. Al menos, llegó viva al descanso por la falta de tino en las flechas locales.
Reacción de campeón
Tuvo que verse perdido del todo Allegri para reaccionar. Más que un doble cambio, hizo dos en un minuto. Quitó fontaneros y puso a arquitectos. Y, todo hay que decirlo, cambió el decorado.
Lichtsteiner entró con la varita. Cabalgó para generar un centro que Khedira peinó sin mirar y que llegó a los dominios de Higuaín. Soberana fue la lección del 'Pipita': el primer balón que tocó en el área lo convirtió en gol.
En el segundo, tres minutos después, cambió el '9' de la camiseta por el '10'. Recibió, se giró y por el retrovisor sintió el expreso de Dybala, que partió desde su campo para plantar su destino ante Lloris. Tranquilo e iluminado, sorteó a Lloris por alto y plantó una bomba en Wembley.
A la argentina, con la pasión de sus delanteros, renació. Las partituras quedaron hecha trizas y Pochettino, petrificado, no encontró reacción. Hasta que metió a Llorente para remontar a la vieja usanza. Son, incansable, osado, inteligente, no estaba dispuesto a que su gran noche quedara arruinada.
Así que centró para imantar el final épico que pedía la noche. Y apareció la cabeza de Harry Kane, para estrellarse en la madera y en fuera de juego. El rechace bailó sobre la línea de gol y Barzagli, milagrosamente, apareció para evitar la prórroga que merecía el encuentro.
Dos capitanes
Agitaba los brazos Buffon, fuera de sí, italianísimo. Había pasado de su última noche de Champions a seguir buscando la gloria que le debe la 'Orejona'.
Pero el líder del ejército no fue él, sino su lugarteniente. Enorme la talla y la veteranía de Chiellini, que fue un niño aguantando el llanto durante el minuto de silencio por Astori y un titán para tirar de los suyos con el 1-2. Cortó avances peligrosos, taponó tiros a puertas, salió de la cueva para originar el 1-2...
El añadido no existió; Wembley aún lloraba ese testarazo de Kane que se paseó por la cornisa. Pero, para funambulista la Juve, que sólo tuvo una cosa mejor que el Tottenham y decidió la eliminatoria: un escudo de apariencia nueva, pero tejido con las estrellas de grandes noches como esta. Otra más.