Zidane ha conjugado los elementos de nuevo y ha descubierto metales preciosos. Una plantilla tan saciada por la colección de títulos como agotada por el inexorable paso del tiempo, señalada por la falta de respuesta tras la marcha de Cristiano Ronaldo, un goleador voraz, legendario e irrepetible, ha logrado imponerse en el terreno del mayor tirano moderno de la competición: el Barça de Leo Messi. Zidane vuelve a hacer de científico, ha modificado el ADN de su Madrid más talentoso e imprevisible y ha forjado una versión del mismo a la que resulta extremadamente difícil no ya ganar, sino incluso hacerle un solo gol. La joya ha mutado en mutado y Zidane gana donde más le gusta.
El francés no ha ocultado en público que ganar una Liga le interesa y le seduce aún más que reinar en Champions. La regularidad que hay que exhibir, la dificultad que supone responder de forma competitiva durante 38 jornadas en uno de los torneos más complejos del fútbol mundial generan sentimientos de satisfacción a Zidane, que ha vuelto a poner en el mapa a parte de su vieja guardia y en el escaparate a perlas que están llamadas a integrar el Madrid del futuro a medio y largo plazo. Sus lágrimas justo al acabar el choque ante el Villarreal evidencian su creencia. “La Liga es la hostia”, resumió.
El Madrid ha regresado del parón por la crisis del coronavirus con la batería suficientemente repleta para afrontar con garantías el esprint final. Otra vez maestría en la optimización de recursos. La respuesta del Madrid posparón no ha tenido igual. Siendo práctico y gobernando los momentos clave, el conjunto blanco ha abrochado el título y se lo ha arrebatado a un Barcelona que volvió del confinamiento con dos puntos más. Se ha movido mejor que ninguno en la anomalía. Sin público, con tres meses de entrenamiento en casa. Lo del Madrid se ha desarrollado a ritmo marcial: diez victorias seguidas, 19 goles a favor y cuatro en contra, uno de ellos del Villarreal a pocos minutos de las celebraciones. Courtois no ha encajado en seis de los diez encuentros disputados tras el regreso.
Con Ramos en modo faraón, Modric rejuvenecido o Benzema en su línea de acierto e inspiración, la buena trayectoria del Madrid en Liga no ha sido flor de un confinamiento, sino que enseña una tendencia al alza. La derrota en Mallorca y empates frente a Valencia, Barcelona o Athletic, amén de una accidentada clasificación en Champions, enredaron un camino enderezado en la segunda vuelta. Solo ha perdido dos encuentros y han empatado otro. El resto, todo triunfos. Ha sabido lidiar el Madrid con sus rivales más directos, pues no ha perdido frente a Barcelona, al que ganó un partido; misma situación contra el Atlético de Madrid, con empate y triunfo; al Sevilla le tumbó en la primera y la segunda vuelta.
Zidane ha manejado los tiempos y los ritmos de su grupo. Ha usado 26 futbolistas, una de las cifras más bajas del campeonato. El gol ha sido una cuestión coral: 21 jugadores han anotado al menos un tanto. De hecho, se da la circunstancia de que el Madrid gana títulos cuando democratiza la tarea de marcar. En Europa nadie lo ha repartido tanto. A más goleadores, más éxito. El alquimista Zidane conoce la fórmula.
Una Liga con sello de autor
La victoria tiene muchos caminos y Zidane sabía que la fórmula para esta temporada debía ser la solidez defensiva. Fue recogiendo los pedazos de jugadores señaladísimos tras la temporada pasada y reconstruyendo al equipo campeón que dejó al marcharse. Courtois, al que muchos tildaban de mal fichaje, acaba como el menos goleado. Casemiro-Kroos-Modric era un centro del campo desgastado y desganado para otros tantos. Y su importancia ha sido capital. A Benzema le dio el liderazgo futbolístico que necesitaba. Construyó un escenario en el que el francés era a cada rato lo que el partido necesitaba, organizador, generador o finalizador. Marcelo o Isco, defenestrados por Solari, han sido grandes soldados. Casi todos han tenido su momento. Con gotitas de fichajes como Mendy o Hazard. Asumiendo el ruido de Bale o James. Con un comandante como Ramos, al que Zidane ha sabido darle el rol de general que merece y necesita. La radiografía de esta Liga es la de la coralidad de un Madrid resurgido de sus propias cenizas. La del amor propio de un equipo ‘muerto’ que aún tenía -y tiene- mucho que decir.
El microscopio de Zidane
El Real Madrid que empalmó tres Champions League seguidas fue un cubo de Rubik para los analistas. Aquel Madrid ofrecía respuestas imprevisibles a cualquier estímulo, sencillo o complejo. El primer Madrid de Zidane, que duró dos años y medio, lo mismo ganaba desde el balón que ejercía su superioridad desde la contra. Domar las áreas y moverse en el alambre como ningún otro conjunto fueron virtudes que aquel Madrid convirtió en arte. Desde el buen ejercicio coral al inagotable torrente goleador de Cristiano, pasando por abruptas apariciones individuales de futbolistas ya históricos como Kroos, Marcelo, Modric o Ramos, el estilo de ese Madrid fue poseer todos los estilos y ninguno. Si acaso, su estilo fue ganar. La verdadera flor de Zidane ha sido la de ser un gestor consciente de que había heredado toneladas de talento en sus manos y saber darle salida, no querer imponerse desde la pizarra o el tacticismo a futbolistas de una incontenible calidad, egos complejos de controlar y dirigir, además.
Aquel Madrid no llegó a tiempo para la Liga 15-16, se embolsó la 16-17 y deambuló en la 17-18. De forma paralela, se acostumbró a machacar rivales por inercia en Europa, en donde mostraba una supremacía insultante en París, Múnich o Turín, tanto da. Este bloque blanco es menos brillante, pero sí advierte una linealidad más clara: solidez, orden, notable funcionamiento defensivo, más control, aprovechamiento de ocasiones. El actual Madrid, el que ha ganado el título número 34 de Primera, ha respondido en la verdad, pero no desde el avasallamiento como en su versión anterior. El Madrid 2.0 que ha parido Zidane es sensiblemente más conservador, no tan atractivo, pero sí ha exhibido eficacia.
El Madrid DC
¿Cómo sobrevivir a la partida de tu mejor futbolista? ¿Cómo afrontar la pérdida de 60 tantos al año? ¿Qué se puede hacer cuando no solo has perdido calidad y gol sino poder de intimidación, determinación frente a los adversarios más complejos y en las plazas más hostiles? Lo intentó Lopetegui desde el juego. Quiso que el Madrid combinara, se la pasara mucho y corriera más. No tuvo éxito, quizá tampoco tuvo tiempo, pero, cuando con el fútbol no bastó, no llegó ese gol redentor que anteriormente sobraba con Cristiano Ronaldo. Y el fútbol no espera. Zidane, que ya vaticinó la necesidad de cambios, lo entendió mejor que nadie: recuperación deportiva y mental de sus baluartes y un nuevo plan de ejecución. Si no podemos hacerlo bonito, hagámoslo práctico. Y tras semanas de confusión la pasada campaña, el Madrid logró reponerse poniendo en práctica otros métodos.
Ese método fue protegerse en defensa y edificar un muro alrededor de Thibaut Courtois. Asombra el número de veces en las que no ha encajado este curso, con un 43,33% de porterías a cero, un 45,83% en Liga, más del 50% si solo se tienen en cuenta los encuentros disputados tras el parón. El portero belga está a otro cero en su portería de lograr el récord histórico del Real Madrid.
Si bien es cierto que la marcha de Cristiano ha permitido un repunte anotador de Benzema y Ramos, el comportamiento ofensivo del equipo emite otras señales: el actual Madrid tira menos, pero conserva más la pelota. De 17,36 tiros totales y 6,97 a puerta con Cristiano en plantilla, ha pasado a 14,55 y 6,02. Antes, el Madrid sumaba 2,74 dianas de media. Ahora, 1,75. Del 57,49% al 58,83 de la posesión.
Hay un reverso del que ha sacado partido el Madrid: le generan menos ocasiones y muchos menos goles. Antes recibía 10,29 disparos por partido, 3,75 en su portería, y ahora concede 8,90 tiros, 3,22 a puerta. El Real Madrid, en el momento que se escribe este monográfico, es la mejor defensa de Europa: en Liga, solo ha concedido 23 dianas, con un 0,62 de media por encuentro.
Un título cada 19 partidos
El impacto de Zidane en la historia reciente del Real Madrid ha resultado espectacular. Su ausencia de menos de un año sirvió para demostrar que es el mejor inquilino posible para ese vestuario actualmente. El respeto que genera entre los jugadores o su mano izquierda para gestionar egos y desdenes de algunos perfiles como Bale o James le ha elevado entre los mejores entrenadores del mundo. No solo por títulos, y eso que levanta uno cada 19 partidos desde que se sentó por primera vez en el banquillo del Santiago Bernabéu, su capacidad para sacar la máxima expresión de jugadores de ese nivel y de mantener enganchados a promesas con escasos minutos también ha resultado determinante. Siempre respetuoso, generó un discurso desde la sala de prensa del club blanco que se había llegado a distorsionar en exceso de la mano de Mourinho. Apaciguó al entorno y le dio al equipo justo lo que necesitaba para que semejante generación de futbolistas tocara el cielo con las manos repetidas veces.
Pese a levantar tres Champions consecutivas, su máximo deseo siempre fue el título de Liga. Para el francés, representaba la regularidad de un equipo. En sus tres años completos que ha disputado como entrenador blanco, consiguió levantarla en dos ocasiones. El desgaste de su última temporada en la primera etapa hizo el resto para no firmar otro doblete. La Copa es el único título que se le ha resistido y donde más le costó mantener la regularidad y la competitividad del equipo. La eliminación ante el Leganés le llevó a pensar en la necesidad que tenía el vestuario de cambiar de entrenador. Este curso fue un duelo trepidante ante la Real Sociedad lo que le dejó fuera de la pelea.
Pese a todo, ha compensado ganando toda final disputada a nivel continental e internacional. Así selló dos Mundiales de Clubes y dos Supercopas de Europa, más las dos que tiene a nivel nacional. Un palmarés envidiable que tiene todavía más valor en el contexto que lo ha obtenido. Contra la generación de Leo Messi, considerado por muchos el mejor futbolista de la historia, Zidane ha sabido elevar al Real Madrid a cotas inexploradas en el Siglo XXI. Rompiendo la hegemonía azulgrana en LaLiga e instaurándose como los verdaderos reyes de Europa con esos tres títulos consecutivos, hazaña nunca vista desde la creación de la Champions League como tal.
11 títulos en poco más de 200 partidos. Números que hablan solos de un entrenador que sin hacer ruido se ha colado entre los grandes de la historia. Apenas un año después de su regreso como ‘salvador’ de un equipo cuyo ciclo parecía agotado, ha vuelto a conquistar la Liga. Sin apenas cambios, con protagonistas reconocibles y con un sello novedoso: una férrea fortaleza defensiva. Sin Cristiano, tocaba reinventarse. Y Zidane, infravalorado por muchos, ha sabido perfectamente cómo hacerlo.
Experto en revalorizar jugadores
Casi todos los futbolistas que han pasado por las manos de Zidane han mejorado su rendimiento, han aumentado su cotización y se han convertido, cada uno en su rol, en determinantes para su equipo. Los parámetros de ProFootballDB evidencian un crecimiento en numerosos jugadores que han disputado 20 partidos o más a las órdenes del francés. El ELO, que es el baremo que mide el impacto de un futbolista, emite señales positivas en los profesionales desde que empiezan a trabajar con Zidane hasta que dejan de hacerlo o hasta el momento actual. El caso de Valverde es el más destacado. Cuando el charrúa jugó su primer minuto con Zidane, su ELO era de 54. Ahora es de 74 y su pico fue de 75. Diferencia notable.
Si Valverde es el que más se ha impulsado desde las alas de Zidane y ha desempeñado un papel vital en varios tramos de la campaña, Casemiro es otro ejemplo de un futbolista de buen nivel transformado en mediocentro ‘top’, según las mediciones que hace el ‘big data’ de su rendimiento y determinación sobre el terreno de juego. Nacho y Lucas Vázquez, clásicos de Zidane, también muestran crecimientos.
Con Zidane incluso han mejorado futbolistas que a priori tenían complicado presentar mejores registros en parámetros de estadística avanzada. Cristiano tenía un ELO de 95 cuando empezó a trabajar con el preparador blanco y se fue con 100, un tope que solo él y Messi han alcanzado. Ramos, Modric, Kroos o Benzema, ya consagrados anteriormente, también exhiben mejoras evidentes. El que más, Marcelo, que con Zidane pudo confirmar su potencial. Por otra parte, se confirma que Bale y James no han tenido impactos altos a sus órdenes. La convivencia de ambos con el galo ha sido irregular, aunque la gestión del entrenador ha sido ejemplar, en vista de los éxitos y los títulos conseguidos.