Comenzó el Arsenal alegre, invitando al optimismo a una parroquia 'gunner' que asistía a un Emirates sin Arsène Wenger 22 años después, ilusionada con el nuevo proyecto del técnico vasco.
Sin embargo, merced al paso de los minutos, el ímpetu inicial de los locales se fue diluyendo hasta que el Manchester City cogió las riendas del encuentro para monpolizar la posesión.
Teñido de celeste el balón, Guardiola exhibió sobre el césped la corona de campeón, imponiendo su personalidad con suma arrogancia para someter al Arsenal en su propia casa.
No se había cumplido el primer cuarto de hora, cuando Sterling trazó una diagonal excelsa que dejó en evidencia a la zaga 'gunner' para batir con un disparo seco a Cech.
El tanto del inglés no hizo si no espolear al conjunto visitante, henchido de confianza por la laxitud defensiva de su rival, que apenas si podía contener las embestidas 'citizens'.
El carrusel de ocasiones desperdiciadas desembocó en el descanso y, tras la reanudación, el Arsenal cogió aire y se armó de argumentos por la mínima diferencia en el marcador.
Sin embargo, cuando más entonados parecían los 'gunners', el Manchester City pisó el acelerador y se abalanzó sobre la portería de Cech para ampliar su renta.
Aunque la agonía de Agüero le hizo desperdiciar un mano a mano ideal para cerrar el partido, Bernardo Silva no perdonó y fusiló al guardameta checo con vehemencia.
El centrocampista portugués envió a la lona al Arsenal, que no logró reponerse del mazazo ni con la entrada de Lacazette para la recta final del encuentro.
Emery se dio de bruces con la realidad en su debut en la Premier League, donde Guardiola puso sobre el tapete sus credenciales para revalidar el título.