Hay equipos que alcanzan velocidad de crucero. Este Madrid ha llegado a la solidez hercúlea. Al equipo de Zidane le salen músculos por todas partes. En la portería, con Courtois y Areola impecables. Con una defensa que no sólo es pétrea, sino que fabrica goles a espuertas. El centro del campo es de acero y, entre quien entre, la maquinaria genera sudor y mando sin detenimiento. Y arriba está Benzema. Y cuando no está, u otro se disfraza de él o aparece la flor. Pero cuando no es cosa de flor, la mano que la sujeta da sopapos de aúpa.
Zidane, 20 partidos sin perder, ha construido una maquinaria que asusta. Y que se toma todo muy en serio. Qué más da que el derbi esté a la vuelta de la esquina, en Zaragoza el técnico opuso un once que podría meterle mano al Atlético sin dudar. El Madrid, pese a una enfermería llena de violinistas, compite cada encuentro con la misma intensidad y esa sensación de que será difícil que pierda.
El técnico blanco quiere la Copa del Rey, la que le es maldita, como quiere la Champions o la Liga. Y aunque los títulos se dilucidarán dentro de meses, ahora mismo su aura de equipo impenetrable está al nivel de la del Liverpool. Con menos espectáculo y ese asterisco en las alternativas Benzema en la delantera. Pero con recursos sobrados para evitar la añoranza de los goles del francés.
Cabe esperar qué pasará cuando el City se presente en el Bernabéu o haya choques a doble o nada contra grandes plantillas. Por el momento, este Madrid es un ejército blanco que avanza a paso firme y está dispuesto a todo. Es campeón de la Supercopa, líder de la Liga, está en octavos de la Champions y su nombre aparecerá en el sorteo de cuartos de la Copa.
El rodillo verde, porque últimamente ese suele ser el color de las victorias blancas, se marchó con una sonora goleada de La Romareda. Y no es que fuera en una noche plácida ni mucho menos. De hecho, el Zaragoza completó un encuentro muy vivaracho. No para agarrar al Madrid del cuello, pero sí para haber hecho al menos un tanto.
Pero este Madrid es sanguinario y contundente. Defiende con el compromiso de los modestos y define con el vigor de los campeones. Varane, en la primera ocasión, metió el pollo en la cazuela. Otra vez un defensa, como en Valladolid. A falta de 'cracks' arriba, Zidane ha democratizado el gol en su plantel. Flores para todos.
Lucas Vázquez, que en los últimos encuentros se ha sumado a la rotación, replicó con el 0-2 a un Zaragoza respondón que encontró en el zurdazo de Kagawa la negación del empate por parte de Areola, volador para evitar que el rival se reenganchara el duelo.
La eliminatoria parecía decidida. Pero el Zaragoza, en pleno ambiente festivo, no quiso renunciar a soñar. Eso sí, hubo que esperar a un doble cambio en la segunda mitad, ya con el colmillo de Luis Suárez en el choque (Víctor Fernández solo tiró de cuatro de sus titulares habituales), para verle otra vez prendiendo la llama.
El Madrid, este pétreo Madrid, no se prestó a sustos. Vinicius, que veía ya su número en el doble cambio que armaba Zidane, se fue del choque subiendo de notable a sobresaliente. Culminó su noche juguetona con una pared con James que definió de la mejor manera que se le ha visto hasta la fecha: suave vaselina ante la salida de Ratón. Si Zizou también resuelve los nervios del brasileño para atinar en el tiro, que vayan encargándole ya la estatua.
Benzema, en el campo para tener minutos de activación antes del derbi, sentenció con un regalo perfecto de Carvajal. Llegó ese gol y no ninguno de Luis Suárez o Álex Blanco, que en el tramo final acumularon varias buenas llegadas paa que al menos la animosa afición de La Romareda hubiera gritado un tanto que mereció. Pero ahí queda la gloriosa Copa maña. Quizá como guarnición a un ansiadísimo ascenso. El Madrid sigue a lo suyo.