El 18 de junio de 2013, en medio de una gran crisis social, económica y deportiva, se consumó la desaparición de la nonagenaria Unión Deportiva Salamanca (UDS), un histórico del fútbol español.
En aquel mismo momento, el filial del Salamanca, que siempre se denominó Salmantino, se constituyó como equipo propio y también ha vivido en estos años diversos avatares entre lo deportivo y lo judicial.
Casi al mismo tiempo, miembros de la Plataforma de Aficionados Unionistas y de la Unión Deportiva Salamanca, como homenaje al club desaparecido, creó en agosto de 2013 otro club, Unionistas, que desde sus orígenes se ha considerado también como el heredero de la UDS.
Los dos equipos, Salmantino y Unionistas, empezaron de cero desde las ligas de aficionados provinciales hasta las regionales y autonómicas ascendiendo casi de forma paralela hasta llegar a la Segunda División B.
Y desde sus orígenes, la disputa por ser el heredero natural de la UD Salamanca ha ido más allá hasta el punto de convertirse en una rivalidad que ha traspasado los límites deportivos.
El primero se quedó con el Estadio Helmántico, campo que uno de sus principales accionistas acabó comprando en propiedad al Ayuntamiento, mientras que el segundo fue relegado, por así decirlo, al campo anexo, conocido habitualmente como Las Pistas.
Además, el Salmantino logró, tras batallar en los tribunales, retomar el escudo, nombre y colores de la extinta Unión, y pasó a denominarse Salamanca CF UDS, algo que no gustó a sus vecinos de Las Pistas, pues la reivindicación de quién representaba al antiguo club quedó prácticamente decidida.
Se trata, pues, de dos clubes a priori hermanos, pero enfrentados por su diametralmente opuesta forma de entender el fútbol. Mientras el Salamanca encarna lo que vulgarmente se conoce como 'fútbol moderno', Unionistas representa el fútbol popular, de los aficionados para los aficionados.
Su rivalidad va, como hemos dicho, más allá de lo deportivo. Por momentos parece que, si de ellos dependiera, el otro sería borrado de la faz de la tierra sin miramientos. Los roces, choques y denuncias cruzadas han sido norma en los últimos años. Han sido vecinos, aunque sin demasiada convivencia.
Como si de la Guerra Fría se tratase, la tensión entre ambos equipos ha ido en aumento, y siguiendo con el símil, este curso el nivel de alerta se elevó a DEFCON 2 (y no, no hablamos del grupo musicla), el paso previo a la guerra total.
Los días previos al primer derbi de la 2017-18 empezaron las hostilidades, con la aparición de infames pegatinas con un mensaje antisemita dirigidas a la afición de Unionistas.
La tensión se disparó una vez ambos alcanzaron la Segunda B, con pintadas antisemitas y amenazantes en la sede de Unionistas, pero sobre todo durante la temporada 2019-20.
El primer derbi de ese curso precipitó los acontecimientos. La tensión social tuvo su fiel reflejo en el campo, y saltaron chispas.
Al descanso, dos empleados de Unionistas denunciaron haber sido expulsados del estadio de malas maneras por estar grabando el partido (algo que alegaron haber hecho con anterioridad y sin problemas), pero sobre el terreno de juego las cosas fueron aún peores.
El mexicano Kristian Álvarez, del Salamanca, propinó un soberbio codazo a Álvaro Romero, de Unionistas. El futbolista azteca fue amonestado por ello, pero Unionistas denunció la acción ante la justicia deportiva, y logró que el futbolista del Salamanca fuera sancionado con cuatro partidos de suspensión.
Esa fue la gota que colmó el vaso. El Salamanca decidió entonces romper toda relación con su vecino. Una situación que se mantuvo inalterable con el paso de las semanas.
Y así llegamos al escenario actual, con Unionistas sin saber exactamente dónde jugar su partido de la Copa del Rey contra el Real Madrid. Si la relación entre ambos clubes fuera normal, y si las circunstancias fueran otras, estarían compartiendo el Helmántico, pero no es así.
Ni el Salamanca quiere ceder su estadio a su vecino, ni Unionistas tiene en mente siquiera tantear la posibilidad de solicitarlo. El Real Madrid o bien jugará en Las Pistas, un campo con capacidad para poco más de 4.000 espectadores, si se le instalan las prometidas gradas supletorias, o bien el partido se jugará fuera de Salamanca, pero nunca en el Helmántico.