La Real Sociedad empató ante el Barcelona en un partido marcado por la polémica, pero que en clave donostiarra supo a poco. Los gestos, de hecho, fueron realmente elocuentes al final del partido.
Quien más encarnó ese inconformismo fue el propio Martin Odegaard. Tras el pitido final, el centrocampista noruego se echó las manos a las rodillas, cabizbajo. Un gesto, el del cedido por el Real Madrid, que habló mucho de su actitud y mentalidad.
Aunque fichó por el Madrid con solo 16 años, los blancos entendieron que lo mejor era restarle presión y enviarlo lejos del Bernabéu. Y después de tres temporadas en las que se coció a fuego lento entre Heerenven y Vitesse, Odegaard llegó a España en un momento óptimo.
Su eclosión en la Real Sociedad muestra un futbolista decidido y con dotes de líder. Es el generador del juego en el equipo de Imanol y ante el Barcelona se le vio con ese ansia por destacar, por hacer la jugada clave, consciente de que había muchas miradas sobre él.
Esta campaña suma 15 partidos, todos como titular, en los que ha hecho tres goles y ha repartido cuatro asistencias, una de ellas mágica, ante el Espanyol, que dio la vuelta al mundo.
El foco en San Sebastián es mayor y su mentalidad le ha permitido gestionar una presión que cuando llegue al Real Madrid será mucho mayor. La Real Sociedad salió disconforme del Reale Arena y Odegaard, a la vista está, encarnó ese deseo de más.