La verdad es que fue bastante extraño. Con el tiempo cumplido, Egipto lanzó un contragolpe de esos que tanto gustan a Salah, con metros, muchos metros por delante y sin apenas oposición.
El árbitro del encuentro podría haber pitado con el primer patadón faraónico, pero no. El balón cayó a Salah y sólo cuando éste había controlado el balón con la cabeza y se lo había acomodado, decretó el final. Estaba ya en campo contrario, listo para encarar, completamente solo, al portero rival.
Toda la plantilla de Egipto se volvió loca a protestar, y no era para menos. Fue un error clamoroso, por mucho que el tiempo extra hubiera estado más que cumplido.
Pasado el enfado, Salah dio gracias al árbitro por detener el partido, en unas declaraciones bien cargadas de fuerte ironía. "Suspiré tras el pitido final. Estaba preocupado cuando recibí la pelota y me dirigía directamente a portería para marcar el que pudo haber sido el gol de la victoria", comentó el egipcio.
Y añadió, quizá con razón por cómo estaba de abarrotado el campo, que no quería haber vivido la reacción del público. "Si llego a marcar ese gol, no puedo decite exactamente como habrían reaccionado los aficionados rivales, por lo que doy gracias a Dios por ese pitido final", agregó.