El Sheriff, a 180 minutos de una hazaña para Moldavia... sin ser moldavo

El Sheriff de Tiraspol está a punto de hacer historia. Porque nunca antes un club de Moldavia ha jugado la Champions League. Está a una eliminatoria de lograrlo, y lo más curioso de todo es que ni siquiera es un equipo moldavo.
Se trata de un caso no único, pero si muy excepcional. Uno de esos casos en los que el deporte rompe las barreras políticas. Para entender la situación tenemos que subirnos al DeLorean y viajar al año 1991.
La Unión Soviética se disolvió ese año, y las repúblicas que la integraban declararon su independencia. Moldavia fue una de ellas, pero su camino en solitario no fue tan sencillo como el de otras repúblicas.
La región se encuentra enclavada entre Rumanía y Ucrania, y en su territorio convive una mayoría rumana con minorías rusas y ucranianas. Se ha debatido durante su corta existencia entre permanecer independiente o reunificarse con Rumanía, pues Besarabia ha pertenecido históricamente a este país bastante tiempo.
El mayor conflicto, sin embargo, lo vivió con los territorios que se encuentran al este del río Dniester. Lo que conocemos como Transnistria y que hoy se autodenomina República Moldava Pridnestroviana.
Moldavia y Transnistria protagonizaron una breve guerra civil en 1992 que finalizó con la mediación rusa. Como resultado, Transnistria se convirtió en un estado independiente de Moldavia, pero solo de facto, porque goza de un reconocimiento internacional muy reducido (ni siquiera por Rusia, aunque sí reciba su apoyo y cuente con un consulado en su capital).
Para los visitantes, ir a Tiraspol, la capital de Transnistria, es casi como viajar en el tiempo. En ciertos aspectos es como si el reloj se hubiera detenido en 1992. Es como viajar en cierto modo a la extinta Unión Soviética.
Avancemos ahora un poco en el tiempo. Año 1997. Un conglomerado empresarial de Transnistria, Sheriff, funda un equipo de fútbol, al que da nombre y patrocina. Es tal la importancia y el poder de Sheriff como empresa en el país que se dice que Viktor Gushan, su presidente (y por extensión, del club de fútbol), manda más que el presidente de la nación.
Desde el primer día Gushan inyectó cantidades groseras de dinero en su nueva aventura empresarial. Tardó dos años en subir de Tercera a Primera, y en ganar su primer trofeo, la Copa de Moldavia.
Espera, ¿de Moldavia? En efecto. Porque aunque las relaciones entre Chisinau y Tiraspol sean inexistentes (la frontera está desmilitarizada, pero solo se puede cruzar por una serie de puntos de control fuertemente vigilados y siempre con el visado por delante), los clubes de fútbol de Transnistria juegan en el sistema Moldavo.
Y por eso el club más laureado de la corta historia del fútbol moldavo no es de Moldavia, sino de la vecina secesionista Transnistria. O, más bien, República Moldava Pridnestroviana.
El Sheriff, en apenas un cuarto de siglo de existencia, ha ganado 38 trofeos, entre Ligas de Moldavia (19), Copas de Moldavia (diez), Supercopas de Moldavia (siete) y Copas de la CEI (Comunidad de Estados Independientes, el nombre que adoptaron las ex repúblicas soviéticas tras la disolución) (dos).
Su dominio a nivel nacional es tal que es habitual ver al Sheriff en las rondas previas de la Champions y la Europa League, pero pocas veces ha logrado alcanzar la fase de grupos.
Solo en cuatro ocasiones llegó a esta, y siempre en la Europa League: 2009-10, 2010-11, 2013-14 y 2017-18. Y en ninguna la superó, aunque en su última participación se quedó a las puertas de los dieciseisavos: fue tercero con nueve puntos, como el Copenhague, pero con peor golaveraje.
Y, en el peor de los casos, serán cinco. Porque ahora se medirá al Dinamo de Zagreb en el 'play off' de acceso a la Champions League. Está, por tanto, a 180 minutos de lograr una hazaña histórica para el fútbol moldavo: participar en la Champions League. Y lo hará sin técnicamente ser siquiera un club moldavo.