Un cerrojo 'rossonero' para quebrar el corazón partenopeo

El Nápoles le puso corazón, pero la historia pesa mucho. Una historia 'rossonera' que volvió a relucir en la Champions League, volviendo a unas semifinales de la máxima competición continental nada más y nada menos que 16 años después.
El conjunto partenopeo le tuvo miedo al éxito. Le pudo la presión y, sobre todo, el tener enfrente a un rival con siete 'Orejonas' en su haber. Pero no todo fue demérito local, ya que los visitantes labraron su victoria desde la defensa. Férrea y sin fisuras.
Sin apenas fallos y construyendo un muro prácticamente irrompible, que supo contener las acometidas iniciales. Además, vigilando muy de cerca a las dos principales amenazas como son Osimhen y Kvaratskhelia. Ambos futbolistas estuvieron muy encimados por sus marcadores y su desempeño ofensivo pasó prácticamente desapercibido.
Poco a poco, el dominio absoluto del Nápoles se fue diluyendo y ahí entró en juego el Milan. El conjunto 'rossonero', que estuvo sometido a los locales en los 20 primeros minutos de juego, dio un paso adelante y se supo aprovechar de esos despiste de los partenopeos.
Fue en el 21' y tras un error infantil de Mario Rui, cuando Giroud tuvo en sus botas el primero. Leao cayó en el interior del área y Marciniak señaló el punto fatídico. Sin embargo, el galo pateó el esférico justo al lado de Meret, que consiguió repeler la pelota hacia un lateral.
Sin embargo, esta acción fue un punto de inflexión para el Milan. Se igualó el encuentro y el Nápoles dejó de tener esa superioridad aplastante de los primeros compases del choque.
Así, al filo de descanso, los pupilos de Pioli asestaron un golpe, no definitivo, pero sí crucial a la eliminatoria. Recuperó Leao en campo propio y arrancó a correr en solitario. En una demostración de fuerza y velocidad, el portugués fue dejando a defensores atrás, hasta así apurar línea de fondo y dejar la pelota en bandeja para Giroud, que tan solo tuvo que empujarla para encarrilar la eliminatoria.
La segunda mitad echó a andar y el Nápoles fue consciente de que estaba contra las cuerdas. Los locales pusieron todo de su parte para meterse en el partido. Fue entonces cuando Kvaratskhelia empezó a dejar destellos de la enorme calidad que atesora. Pero Osimhen estaba totalmente vagando por el área del Milan y apenas entró en juego.
Mucha culpa de ello tuvo la defensa del Milan, siempre encimando a las dos estrellas napolitanas. Calabria no dejó ni un metro al georgiano, mientras que Kjaer fue la auténtica sobre del nigeriano en el área. Un ejercicio defensivo excelso que estaba dando sus frutos.
Pero hasta en los mejores días, hay momentos en los que se dan muestras de debilidad. El encuentro entró en los últimos 15 minutos de partido y la zaga 'rossonera' se tambaleó. Nada que no pudiese solventar un Maignan que, desde que se recuperó de su lesión y volvió a la portería, se ha colgado el título de héroe de su equipo.
Su momento grande llegó y fue en el minuto 80. El Nápoles tuvo una oportunidad de oro desde los once metros. Tomori golpeó con la mano un centro de Di Lorenzo y el colegiado señaló la pena máxima. Kvaratskhelia se armó de valor, pero el meta francés le adivinó la intención.
Ahí fue cuando la frustración se apoderó de los chicos de Spalletti que, pese a ello, sacaron fuerzas de flaquezas en el último suspiro. En el añadido y tras varias ocasiones, no tan certeras, pero sí posibles, Osimhen le puso picante al último minuto de añadido.
El nigeriano cabeceó a la red un centro de Raspadori y puso el 1-1 en el marcador, a tan solo uno de igualar la eliminatoria y forzar la prórroga. Pero en esto del fútbol, hay veces en las que pones mucho corazón, pero eso no es suficiente para lograr la gloria.
El colegiado decretó el final de los 90 minutos y el Milan estalló en júbilo por el pase. 16 años después, la ilusión 'rossonera' volvió a resurgir en la Champions League con unas semifinales de ensueño. Dejen paso, el Milan ha vuelto.