La venta de Cristiano le robó al Madrid un buen puñado de goles y un icono de la historia reciente. Pero le ha dado una nueva vida y más luz. Sonaba a trauma, ahora es liberación. Debajo de ese ego y su facilidad anotadora había un equipo sepultado.
Lopetegui se ha quedado sin cantante pero ha ganado una orquesta. Y, por ahora, la afinación de instrumentos le va de fábula. El Madrid ha ganado todo por el momento. En términos de puntos y de sensaciones. No ha perdido su torrente anotador, pero lo canaliza a través de varias tácticas. Atacando en estático, de penalti, a la contra, a balón parado. El equipo tiene catálogo, no hay necesidad ni tiempo de añorar a nadie.
Cristiano se fue, aunque no se llevó el gol. Aún no ha marcado en Italia. Aquí, Bale y Benzema han reversionado la propiedad asociativa del gol. La 'BBC' ahora no tiene la C pero sí más dinamita. Les han quitado el collar, ahora corren en libertad.
Dos pasos al frente
Porque el galés se ha puesto desde el minuto uno al frente de la tropa. Tres jornadas, tres goles. Galones y ganas. Lo suyo es una cuestión de carácter y fe. Ya no ve la sombra de Cristiano, respira y se aferra a ser el nuevo referente. Ni rastro de sus epidemias musculares.
Lo de Benzema fluye de modo mucho más natural. Casi hasta inconsciente. Simplemente, le han quitado la obligación de llevarle a Cristiano los goles hasta el felpudo. También ha ganado más radio de acción. Y como su capacidad asociativa sigue siendo la misma, el resultado es que la bailarina puede danzar a su antojo.
No es casualidad que el francés hiciera su segundo doblete consecutivo. Le han quitado el corsé, ha desbloqueado zonas que antes le eran coto privado.
La máquina se engrasa
Y el Madrid funciona porque Lopetegui insiste en que funcione. El Madrid está ahora al rojo vivo. Rojo selección, claro está. Los nuevos mandamientos así lo reflejan, conectan con los mejores momentos del Julen seleccionador.
La combinación del balón es sagrada. Con las líneas adelantadas, apretando en la presión y ponderando el talento sobre el físico. La vida es más divertida y menos arriesgada cuando las decisiones se toman en campo contrario.
La nueva doctrina va marcando el camino del líder, que está gustando y, además, empieza a dejar trazas de que será difícil de franquear.
Pero el nuevo traje es compatible con el ADN de toda la vida. El equipo de Lopetegui no ha olvidado lo dañino que es corriendo a la contra, sacando petróleo a balón parado. Es una versión mejorada. Y si mejora al de Zidane, se hará pluscuamperfecto.
Porque también se impulsa sobre las virtudes innegociables de antes. La determinación de Modric, que estrenó titularidad y recordó el impacto que tiene en el juego. El ruido silencioso de Kroos. El embrujo y la insultante confianza de Sergio Ramos, que ya hasta tira los penaltis como si se divirtiera en un entrenamiento.
Courtois se vistió de corto
Y más. Los puñales de Carvajal y Marcelo, la libertad de Asensio... Courtois aún no tiene nota. Fue su primer día en clase, pero casi acudió como oyente. Carrillo le engañó bien en el penalti y luego hizo una parada de fogueo. No hay más que contar de él.
En el banquillo se quedó Mariano. De él sí salieron Isco, que se sacó una ruleta impresionante de la chistera, y Dani Ceballos, casi inocuo ante el 'Lega' pero al que se le ha rellenado la barra de confianza. Ha cambiado la cabeza gacha por los destellos en los ojos.
El Leganés, un equipo que casi ha construido su columna vertebral con tipos que sufrieron en el Málaga el año pasado, está muy verde aún. La sombra de Garitano parece alargada, aunque merece tiempo Pellegrino, que ha tenido un inicio de calendario muy empinado.
Aun así, ni el Camp Nou ni el Santiago Bernabéu son escenarios para poner la etiqueta a un equipo. Más aún si liberan una tormenta como hizo el equipo de Lopetegui.
El empate 'pepinero' desde los once metros solo fue un pequeño dique de contención. El Madrid acusó un leve mareo, pero nunca perdió la compostura ni la paciencia. Se aferró otra vez a su libreto. No dio frutos hasta el descanso, sí liberó un torrente en la segunda mitad.
La diversión rimó con emoción. La que puso sobre todo el VAR, que en dos minutos cambió una supuesta falta de Benzema en tanto legal. Llegó la primera consulta exhaustiva de la competición; Jaime Latre tuvo que ir a ver todas las repeticiones que no aclaraban a sus asistentes.
Todo ocurrió muy rápido, en un parpadeo la goleada era una realidad. Más que para sacar las vergüenzas blanquiazules, sirvió para comprobar el hambre madridista. Fueron cuatro, pudieron ser más.
La tercera Champions consecutiva parecía un listón demasiado pesado. La marcha de Zidane y Cristiano anticipaba un vacío peligroso. Pero este Madrid comienza a reinventarse. Cierto es que el calendario por ahora ha sido amable. Pero los nuevos instintos ya han desplegado su alfombra.
Cristiano le quitó el tapón al volcán. Y el volcán ha entrado muy pronto en erupción. El liderato actual es brillante: nueve puntos, diez goles. Y una nueva vida.