Una deuda pendiente con Don Manuel

El Real Betis Balompié tiene este miércoles una cita con la historia. Los verdiblancos juegan la primera final europea desde su fundación hace ya casi 118 años, una oportunidad de redención a la que también se aferra su entrenador, Manuel Pellegrini. Para ambos, esta Conference League es la cura a tantos días malos que aún pesan en el recuerdo.
La trayectoria de Manuel Pellegrini en el fútbol europeo es de éxito. Sobre todo en España, donde el Ingeniero ha triunfado allá por donde ha pasado. Le queda el lunar de aquel Real Madrid que pese a no ganar títulos, batió el récord de puntos en Liga que entonces andaba vigente. En Villarreal, Málaga y Betis, hablar del Ingeniero es hablar de una eminencia. En sus casas no es Pellegrini, sino Don Manuel.
Y sinceramente, después de dos décadas al otro lado del charco, Don Manuel merece al fin su redención con el Viejo Continente. Las perrerías que ha pasado no se le desean ni al peor enemigo. De toda esta trayectoria, hay dos que sin duda marcan su historia y a las que espera guardar en un cajón para poder presumir al fin: la tanda de penaltis frente al Arsenal y la dolorosísima caída del 'EuroMálaga' en Dortmund.
El 25 de abril de 2006, martes, el Villarreal se quedó a las puertas de alcanzar la final en su primera participación en la UEFA Champions League. Después de un torneo en el que llegó a dejar al Manchester United fuera de la fase de grupos y derrotó tanto a Rangers como al Inter, el conjunto 'groguet' se plantó en semifinales, donde le esperaba el Arsenal de Wènger.
La ida se resolvió con un 1-0 para el Arsenal, que en la despedida de Highbury de la Liga de Campeones se impuso gracias a un gol de Kolo Touré antes del descanso. En El Madrigal, ahora La Cerámica, la tensión fue máxima. El Villarreal las tuvo: Forlán falló con todo el arco delante a pase de Guille Franco y el mexicano llegó a marcar, pero en fuera de juego. Hasta que en el 87', Gäel Clichy derribó a José Mari. Penalti. Y la oportunidad de forzar la prórroga.
Lo pidió Juan Román Riquelme. Lo asumió él, por galones, capitanía, experiencia y calidad. Pero su cara antes de lanzarlo no se le olvida a nadie. Lo estaba fallando antes de tirarlo. El lanzamiento fue abajo y a la derecha, donde le había descrito con su cuerpo a Jens Lehmann. El alemán lo paró y clasificó a su Arsenal a la final de París, donde el Barça de Rijkaard se impuso tras remontar. La herida de aquella noche siguió abierta en Vila-real durante muchísimos años. Se curó por la permanencia del club arriba y por la Europa League de 2021, que materializó con un título la élite española y continental del conjunto 'groguet'.
Puede que el 9 de abril de 2013 pese incluso más que el penalti de Riquelme en el corazón de Manuel Pellegrini. Cada amor es distinto y está feo comparar, pero la historia que se construyó en Málaga tenía un romance particular. Tras un primer verano de fichajes millonarios, aquel equipo logró su primera clasificación a la UEFA Champions League. Pero todo se fue desmoronando entre impagos y a las puertas de la Liga de Campeones, el chileno tuvo que unir a todo el vestuario para evitar la desbandada y darle la alegría de su vida a la ciudad.
Y la alegría fue convertir a ese Málaga en cuartofinalista, en uno de los ocho mejores equipos de Europa. La decadencia del club le ha dado aún más misticismo a aquella temporada inolvidable donde Toulalan, Joaquín o Isco practicaron un fútbol precioso que enamoró al continente. Tras ser líder de un grupo con Milan, Anderlecht y Zenit remontó al Oporto con un 'show' del ahora referente bético y se plantó frente al Borussia Dortmund de Jürgen Klopp. En La Rosaleda, 0-0 y todo por decidir en el Signal Iduna Park frente al muro amarillo. En el recuerdo, aquel tifo de un 'borusser' visualizando con sus prismáticos la 'Orejona', que lucía en un espectacular mosaico a sus espaldas.
Lo que ocurrió en Dortmund quedó en el libro negro de la historia malaguista. En dos minutos, la semifinal se había esfumado. Joaquín abrió el marcador y Robert Lewandowski lo igualó antes del descanso. En el 82', Eliseu -en fuera de juego, dicho sea- hizo el 1-2. Ya antes de aquello, Schmelzer agredió a Jesús Gámez sin consecuencias -y la amarilla fue para el lateral-. Pero a partir del segundo tanto blanquiazul, el infame Craig Tomson dejó sus funciones.
En los últimos minutos, el Borussia encajonó a un Málaga que tampoco gestionó bien sus posesiones. Marco Reus empató en el 91' y en el 93', Felipe Santana empujó sobre la línea un gol donde hasta cuatro futbolistas de su equipo estaban inhabilitados en el pase de Lewandowski. Y no por poco, sino por cerca de un metro. Ni árbitro, ni línea, ni juez de fondo. Todos miraron a un lado mientras liquidaban de Europa al equipo de Manuel Pellegrini. Hasta el siempre sonriente Joaquín aterrizó en Málaga, ante un aeropuerto abarrotado de aficionados, sin poder elevar su rostro. El abatimiento más absoluto.
El Stadion Wroclaw será la sede de la lucha por el título de la Conference League, en la que el Betis se mide al Chelsea. Para Manuel Pellegrini no es ni mucho menos su primera vez. Antes, en Sudamérica, el Ingeniero logró ganar la Copa Interamericana de 1994 con Universidad Católica ante Saprissa y conquistó la Copa Mercosur de 2002 frente a Flamengo con San Lorenzo. En el fútbol europeo, esta será la sexta final de su trayectoria.
Ya con el Villarreal pudo disputar dos finales de la Copa Intertoto. Ganó la primera a ida y vuelta contra el Atlético, al que terminó batiendo en penaltis en el año 2004. Dos temporadas después, en 2006, cayó frente al Maribor esloveno. Tendrían que pasar ocho años para que el Ingeniero volviera a luchar por títulos, esta vez con el Manchester City, donde afrontó tres finales y ganó dos: las EFL Cup de 2014 y 2016 ante Sunderland (3-1) y Liverpool (1-1, 1-3 en penaltis). En 2014 cayó en la Community Shield contra el Arsenal de Arsène Wenger por 3-0.
Por último, Betis. La Conference puede ser el segundo título que Pellegrini gane como entrenador verdiblanco. En 2022 se alió con La Cartuja para derrotar al Valencia con aquel penalti de Juan Miranda. Si en Breslavia tiene que sufrir tanto, que sea al menos para acabar levantando el trofeo y no para escribir un nuevo capítulo amargo en su carrera. Europa le debe una.