Es la hora del té. El Chelsea y el Liverpool se verán las caras este domingo a las 16:00 -hora española- en la final de la EFL Cup, es decir, la Copa de la Liga Inglesa. También se conoce a este torneo, por motivos de patrocinio, como Carabao Cup, pero los británicos, amantes de lo clásico de su fútbol, nunca terminan de dejar que este tipo de denominaciones permeen su realidad, más ligada a sostener una taza de su amado brebaje mientras comprueban las alineaciones titulares.
El duelo repite la edición de 2022, en la que Kepa Arrizabalaga fue el gran protagonista para mal. Entró al campo en sustitución de Édouard Mendy, que, ahora, milita en el Al Ahli, justo antes de que acabara la prórroga de un 0-0 para mejorar las prestaciones de los suyos bajo palos. Thomas Tuchel, su entrenador a la sazón, le concedió el deseo y le vio tanto encajar un gol de su homólogo Caoimhin Kelleher como errar su propio disparo desde los once metros. Este año, juega cedido en el Real Madrid y no tardará en volver a Londres tras caer en la porfía por los palos del Bernabéu ante Andriy Lunin.
En la actualidad, los focos están muy lejos de las porterías. Se acercan a los banquillos por una cuestión de gloria. Está la que anhela Mauricio Pochettino y que todavía se le resiste como entrenador. En su palmarés, tan solo descansan una Supercopa de Francia, una Copa Gala y una Ligue 1 que conquistó con el Paris Saint-Germain entre 2020 y 2022. Puede parecer un botín provechoso sin contexto. Con él, es sacar un suficiente en un examen que se mide con la Champions League.
También está la de Jürgen Klopp, que ya ha sido celebrada en muchas ocasiones a lo largo de su carrera y que, ahora, busca un cierre a los términos a los que su trayectoria se debe en Anfield. A finales del mes pasado, enero, anunció que dejará a los 'reds' esta temporada, con lo que lo que resta de curso será un homenaje constante, una búsqueda de todo título posible para que, cuando toque decirle adiós, se vea rodeado de un legado que, en lo físico, muestre al menos una ligera porción de lo intangible.
Afincado en el Liverpool, ha logrado una Premier League, una EFL Cup -la de 2022, que le ganó al Chelsea en aquella fatídica noche de Kepa-, una FA Cup, una Community Shield, una Champions League, una Supercopa de Europa y un Mundialito de Clubes. 2019 concentra los mejores momentos de su vida en Inglaterra, donde se le agradece no ya esta retahíla de honores, sino que le cambiara la cara a una entidad histórica en depresión que, ahora, se ve de nuevo donde merece.
Una imagen tan blindada por el apoyo de sus seguidores es justamente lo que le haría falta a Pochettino en estos momentos de turbulencias en Stamford Bridge. A pesar de contar con una serie de refuerzos de primerísimo nivel que han forzado a la FA a cambiar las normas de amortización de traspasos porque la propiedad de Todd Boehly las estaban aprovechando con demasiada inteligencia para los estamentos oficiales, no ha acercado a su proyecto ni siquiera al 'Big Six'. Sufre en tierra de nadie.
Ganar su primer título como entrenador del Chelsea supondría un balón de oxígeno fundamental para afrontar lo que queda de temporada con crédito y con la probable confianza de la directiva, con la que, en rueda de prensa, asegura que tiene una buena relación. Si los jefes 'blues' mantienen su lealtad después de fines de semanas de derrotas inexplicables, más lo harán si ven al argentino alzarse con la Copa de la Liga ante uno de los mejores equipos del momento no ya en Gran Bretaña, sino en Europa.
El camino de cada finalista
Los precedentes de cada finalista esta temporada en la EFL Cup son fundamentales por un aspecto: han privado al aficionado más clásico de un duelo de ensueño por el trofeo. El Chelsea eliminó al Middlesbrough de Michael Carrick en las semifinales y el Liverpool apeó al Fulham. Imagine el lector lo que habría supuesto para unas calles que respiran tanto balón como las inglesas un cara a cara entre el 'Boro' y los 'cottagers' en semejante escenario.
No por quedar en la nómina de 'casis' este choque se debe dejar de celebrar. Sigue siendo caviar. El azul y el rojo, colores contrapuestos en tantos deportes y culturas, se retan de nuevo en una cita que, en caso de haberse dado en una situación imaginaria en que ninguno de los dos candidatos militara en la Premier League y hubiera ido avanzando rondas sorprendentemente hacia este encuentro, se festejaría con más nostalgia, ese componente que hace innegable contemplar lo que emana al pasado con más cariño, pero que no tiene que nublar el juicio. Stamford Bridge contra Anfield sigue siendo un partidazo.
Los 'blues' sufrieron especialmente en los cuartos de final y en las semifinales. En los cuartos, tuvieron que forzar la tanda de penaltis contra el Newcastle, que alcanzó la final de la temporada pasada y sigue bien remozado por una inversión saudí que le ha lanzado a los primeros puestos de la clasificación doméstica. Las tablas las facilitó una de tantas apuestas de la 'propiedad Boehly', Mykhailo Mydryk, en el tiempo de descuento. Él también se encargó de la diana de la victoria desde los once metros, así que las 'urracas' tocaron tierra mientras el proyecto que la abatía sonreía, al fin, pensando que el trabajo de las corbatas estaba encontrando sus consecuencias en las botas.
En las 'semis', a partir de las que las eliminatorias se llevan a cabo a doble partido, Pochettino encajó duras críticas por perder por la mínima en el estadio del Middlesbrough, Riverside. Michael Carrick le ganó la partida con un planteamiento conservador que bebió de la tradicional incapacidad de la visita de traducir su mayor calidad en goles, pero los que faltaron en este duelo se recuperaron en casa. Un 6-1 facilitó el boleto a Wembley.
Anteriormente, el Chelsea había dejado fuera al AFC Wimbledon en su primera comparecencia en el torneo y, más tarde, al Brighton & Hove Albion. En estas fases, el Liverpool rebasaba a un Leicester City recién descendido a la jungla del Championship y a un Bournemouth que ha conocido bastante seguimiento desde España este año por la contratación de Andoni Iraola, exentrenador del Mirandés y del Rayo Vallecano.
En cuartos de final, los de Klopp firmaron una actuación sólida, esperanzadora, endosándole un 5-1 al West Ham United. Este resultado puede parecer normal teniendo en cuenta que los 'reds' tienden a estar varios escalones por encima de los 'hammers', pero hay que comprender que, a orillas del Támesis, David Moyes ha hecho de su línea de atrás una de las más frustrantes -para el rival- de Inglaterra. Romperla cinco veces no es moco de pavo.
En la semifinal, cayó a sus pies un Fulham que, aunque 'guerreó', concibió resultados más propios de la normalidad: una derrota fuera de casa y un 1-1 en Craven Cottage para dar a sus seguidores un motivo de aplauso dentro de la decepción de lo que pudo ser y no fue. Ahora, se trata de lo que podría ser y de lo que habrá sido. Mauricio Pochettino necesita la gloria. Jürgen Klopp quiere embellecerla y celebrarla porque ya la tiene. Son dos perspectivas, pero una verdad, al menos en la élite: se mide siempre en copas.